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¿Instituciones o Caudillos?

¿Instituciones o Caudillos?

Hay pocas dudas sobre el tremendo malestar que la corrupción gubernamental provoca entre los mexicanos. La sociedad está harta y deseando que haya un cambio en la actual impunidad que rebasa el descaro y ronda la desfachatez.

Los “Ejemplos de Nuevo PRI” que EPN pudo pronunciar en campaña fueron Javier Duarte, César Duarte y Roberto Borge. Más le hubiera valido no mencionar a ninguno, como cuando en la FIL le preguntaron por libros.

En algo que hace dos años habría parecido sueño guajiro, al menos dos de esos tres personajes tienen orden de aprehensión y Ficha Roja de INTERPOL. El tercero no está lejos. Desde luego no están aún como queremos: tras las rejas y viendo confiscado lo que malversaron. Desde luego faltan muchos más que andan tranquilos, disfrutando de lo que agarraron cuando estuvieron donde había. Pero la sociedad, espero, no dejará ese tema tan fácil.

Pero empezamos con un pequeño detalle problemático: hay dos maneras opuestas, excluyentes, sobre cómo enfrentar el problema.

La primera habla de arreglos institucionales. Pesos y contrapesos, controles, balances, sociedad civil activa, mejores leyes, fiscal con dientes, 3de3, autonomía real dentro de organismos del estado (sí, me refiero a Paloma Merodio), información pública… en fin. Cosas que han funcionado en otros lados, que son perfectibles pero que apuntan en la dirección correcta. Esta es la manera que yo creo adecuada.

Pero varios millones tienen otra idea. Al diablo con las instituciones: lo que se necesita es un caudillo honesto, que esté con el pueblo. Todos los controles que se hicieron en el pasado (la Contraloría, la Secretaría de la Función Pública, la Auditoría Superior, los Órganos de Fiscalización, las licitaciones públicas) no impidieron a los Duartes, a los Moreiras, a los FidelHerreras o a los Sabines. ¿Para qué seguir con arreglitos institucionales inoperantes? Mejor un hombre honesto. Digamos, AMLO.

AMLO ha abonado a esta segunda opción. Sus planes contra la corrupción no pasan por instituciones, reglas, contrapesos. No. Pasan porque él no roba, y como él sería el presidente, pues si no roba él no robarán los de abajo y eso se replicará y tendremos una muy honesta República Amorosa.

A mí ese caudillismo me preocupa por dos razones fundamentales. Y vamos a asumir aquí que AMLO, efectivamente, no tomaría un centavo del erario. Aunque así fuera, no mejoraría mucho la situación.

Primero porque es un hecho que el señor no sabe rodearse de gente honesta, y es además bastante lentito para detectar actos de corrupción en su círculo más cercano. Si tus brazos derechos como jefe de gobierno son quien maneja las finanzas y quien maneja la operación política, entonces elegir a Ponce y a Bejarano habla de tener muy desviado el radar de la honestidad. Como presidente actual de MoReNa, se le han pasado de noche todas las evidencias de lo que pasa con Ricardo Monreal, con su hija adolescente empresaria gasolinera y su director jurídico recorriendo las calles con centenares de miles de pesos en efectivo. Y ni una palabra. Hoy habla muy mal de Los Chuchos, y vaya que tiene razón. Pero Jesús Ortega, el Chucho Mayor, fue coordinador de su campaña presidencial. Podemos seguir hablando de las relaciones peligrosas de AMLO, pero creo que hasta aquí hay evidencia de que así no robe un peso, su buen corazón no alcanza para detectar corruptos.

Ahora pasemos a la segunda razón por la que me preocupa su caudillismo: vamos a suponer que al tomar posesión como presidente absorba el superpoder de detectar a corruptos en el gabinete. Tendríamos a un presidente honesto que sabría encontrar actos deshonestos con su gran olfato. ¿Para qué necesitamos entonces un marco institucional sólido si lo tenemos a él?

Pues porque no es eterno. Usando sus palabras, está corrido en terracería. ¿Qué pasará al acabar su sexenio, si la defensa del pueblo mexicano contra la corrupción es su sentido arácnido? ¿Querrá reelegirse para seguirnos salvando? ¿O designará como sucesor a quien comparta sus instintos? Porque si no desarrollamos instituciones, ni siquiera un presidente honesto con gabinete honesto nos blindaría de la corrupción, a menos que el presidente sea eterno. Y eso de la eternidad como que no se da muy bien ni en la política ni en la biología.

En México y América Latina eso del caudillismo no nos ha funcionado bien. Los países menos corruptos en el mundo no tienen a un presidente con olor a santidad que lleva 50 años en el cargo, sino arreglos institucionales que dan incentivos a portarse bien y castigos creíbles a quien se porta mal.

Espero que en México aprendamos la lección. Que no dependamos de la buena fe de alguien. Que la lucha de todas las organizaciones de la sociedad civil se convierta en la columna vertebral de un sistema anticorrupción funcional.

Así sea.

Ideas para este Periodo Vacacional (3.4.2012)

Me tocó disfrutarlo hace 30 años, junto con mi hermano y mi mamá. Levantarse tarde en vacaciones escolares, en aquellos días infantiles en que dos semanas parecían eternas.

Pero ya lo dijo Pablo Milanés: “El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos”. Ahora me toca ser yo quien sigue usando despertador, y mis hijos, que hace un par de años se levantaban a las 6am pasara lo que pasara, hoy hasta parecían roncar del gusto de seguir dormidos en lo que yo me arreglaba para la chamba.

Si mañana los vuelvo a ver tan a gusto acostados a pierna suelta, creo que tendré que hacer un simulacro de terremoto o algo así…

El Derecho a Crear Derechos Estúpidos (2.4.2013)

EL DERECHO A CREAR DERECHOS ESTÚPIDOS
(O del día en que Martí Batres demostró ser ultraconservador).

El presidente formal de MoReNa (aunque ya sabemos quién es el dirigente real) dijo algo que no supe si tomar como broma o ponerme a llorar. Dijo que apoyará a los maestros paristas a poner amparos contra la Constitución (lo que por cierto, no muy se puede) en el rubro de la Reforma Educativa porque atenta contra EL DERECHO A LA ESTABILIDAD LABORAL. De verdad, me quedé helado.

Desde el punto de vista que yo defiendo, el liberal, esto es una locura. Imaginen cuántos puestos de trabajo se perderían si se les dice a los empresarios “si contratas a alguien, tendrás que cargar con él PARA SIEMPRE, so pena de vulnerar su derecho a la estabilidad laboral”.

Pero olvidemos la idea liberal. Sigamos la lógica (es un decir) de Martí. En un país con tanta pobreza, con tanta informalidad y donde hay millones de personas estudiando para poder salir adelante, ¿cómo les decimos que llegaron tarde a la fiesta? ¿Cómo les explicamos que así sean los mejores alumnos egresados de la Normal, no alcanzan chamba porque los que están “tienen derecho a quedarse”? Si alguien quiere destacar en el sector privado, ¿debe esperar a que los mediocres que trabajan ahí se jubilen, pues el patrón no podría rescindirles el contrato?

Ya me imagino si esto se pone en práctica. Un decreto obligará a las fábricas de máquinas de escribir mecánicas a volver a operar. No importa si nadie las usa, pero ¿cómo quitarle a los exempleados de esas empresas el derecho a la estabilidad laboral?

Yo creo que los empleados públicos y privados deben tener la libertad de cambiarse de trabajo si así lo consideran conveniente a sus intereses. Yo creo que los empleadores públicos y privados deben tener la libertad de contratar y rescindir el contrato de las personas que consideren conveniente (cumpliendo las leyes en cuanto a finiquitos y liquidaciones). Y desde luego, creo que si con el dinero de mis impuestos se le paga a maestros, debe el gobierno tener el derecho (que más bien es OBLIGACIÓN) de evaluarlos, ofrecerles programas de capacitación, plazos de estudio, nuevas evaluaciones… pero al que no demuestre ser capaz, que se le liquide. Lleve seis meses o 25 años en su puesto.

Pero ya que hoy es April Fools’, que es como el Día Mundial de los Inocentes, voy a pensar que San Hugo Chávez Mártir intercede para que AMLO quede de presidente y Martí Batres sea nombrado Secretario del Trabajo. Si se aprueba la Ley sobre Derecho a la Estabilidad Laboral, yo ya la hice. Llevo 18 años trabajando, y a partir de que se publique la ley a) sé que puedo hacer lo que quiera y que no me podrán correr y b) ya le bloqueé un lugar a una persona que quiera tomar mi puesto. No importa si es mejor que yo: ya se amoló. Llegó tarde a la fiesta, en donde ganamos los que ya tenemos buenas chambas y pierden los que se están esforzando en estudiar, capacitarse y obtener experiencia. Un triunfo del status quo. Una idea que permite que todo siga como está. Una propuesta tan conservadora que sonrojaría al Sinarquismo.

Una Cosa es una Cosa y Otra Cosa es Otra Cosa (1.4.2014)

Yo creo que Jorge Luis Borges es el mejor escritor que ha existido en nuestro idioma. Su manejo de las palabras es maravilloso.

Me gusta mucho la poesía de Jaime Sabines. Tal vez influya que seamos chiapanecos, no lo sé. El caso es que disfruto mucho leyendo sus poemas.

Me gusta mucho la pintura de Gauguin, tanto el impresionismo más tradicional de los tiempos de Arles y la oreja de Van Gogh (la del otro pintor, no el grupo musical español) como la evolución que tuvo en Tahití.

Me gustan muchísimas canciones de Silvio Rodríguez. Ya hice un comentario al respecto la semana pasada.

Disfruto mucho el cine que hacen Woody Allen o Roman Polanski.

La lista de mis gustos en música, prosa, poesía, pintura y demás expresiones artísticas y culturales es extensa. No tiene caso abundar en ella.

Pero me llama la atención, y por eso titulé así este artículo, que la gente confunda esos gustos con una aprobación implícita a las afinidades ideológicas, comportamientos y conductas de los creadores cuyas obras admiro. Me han dicho que hay una contradicción entre ser una persona liberal o respetuosa de las leyes, y admirar la belleza de una obra de arte, un libro, una película, una pintura. Yo creo que se equivocan quienes así piensan.

Es decir, de Silvio me gusta su música, no su ideología. Por eso voy a sus conciertos, no a sus mítines políticos. Cuando lo vi en Monterrey el 22 de marzo, él no hizo ninguna mención política de ningún tipo. Pero si la hubiera hecho, no me importa. “La Gota de Rocío” para mí es una excelente canción, y lo seguirá siendo aunque él la presente con un “Viva Nicolás Maduro”.

Aunque luego se retractó, durante algún tiempo Borges apoyó a dictaduras de derecha. Pero eso no le quita maestría a El Aleph. Por el otro lado, que García Márquez apoye dictaduras de izquierda no le quita a Macondo su mágica realidad.

Jaime Sabines fue diputado del PRI, Gauguin al parecer no le pedía IFE a las chamaquitas tahitianas con las que tenía relaciones. “La Región Más Transparente” es en mi opinión la mejor novela mexicana de la segunda mitad del siglo pasado, y me importa poco que Carlos Fuentes haya sido un echeverrista activo.

En realidad me es intrascendente la vida privada de los autores de las obras que me interesan. “El Grito” de Edvard Munch es una de mis pinturas favoritas. Su belleza no merma si descubren que los tonos rojizos los consiguió a base de sangre de humanos que asesinó. Hay excelentes escritores que fueron xenófobos, antisemita; Graham Greene no era muy promexicano que digamos. Me gusta leer a Chesterton y sus libros protagonizados por el Padre Brown aunque no soy muy asiduo a ir a misas a escuchar sacerdotes.

¿Quiere decir esto que el fin justifica los medios? No. Si algún artista comete un delito que amerite cárcel, que lo metan a la cárcel aunque ya no pueda seguir creando.

Pero por favor, si una canción les gusta o un poema les inspira algo, no se detengan a analizar la biografía del autor para ver si se lavaba los dientes, era respetuoso con su mamá o pagaba sus impuestos a tiempo.

Separemos la vida personal de un autor de sus obras. Porque una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa.