Select Page

La licuadora con buen rostro

Quiero empezar estas líneas platicando en términos generales cómo se hace el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF). Primero se aprueba tanto en la Cámara de Diputados como en la de Senadores la Ley de Ingresos. Ahí viene básicamente lo que nos van a cobrar de impuestos y similares. Con eso se sabe más o menos cuánto va a recaudar el gobierno federal para el año siguiente.


Y ya con eso el presidente propone cómo se va a gastar ese dinero, considerando que hay compromisos ya establecidos (la mayor parte del presupuesto) y una cierta flexibilidad para que el presidente proponga en qué gastar. Si se le quita a la partida A para darle a la partida B.

Una vez que el presidente completa su idea de PEF, se lo envía únicamente a los diputados. Aquí los senadores no juegan, por eso es “presupuesto de egresos” y no “ley de egresos”. Entonces los diputados lo reciben, los del partido en el poder dicen que qué bonito, los de oposición dicen que qué barbaridad, todos tratan de jalar agua para su molino, generalmente le dan unos retoques y al final de todo ese proceso que es público, los diputados aprueban el presupuesto. El encargado de ejecutar ese presupuesto es el presidente.

Entonces al final el presupuesto es un instrumento avalado por los diputados que dice que de los $1000 que se van a recaudar, a la partida A le tocan $400, a la B le tocan $300, a la C le tocan $200 y a la D le tocan $100.

Bien.

Ahora vamos a platicar del caso Veracruz.

En Veracruz durante el sexenio de Javier Duarte se llevó a la práctica un sistema que se conoció como La Licuadora. ¿En qué consistía? Que llegaban partidas presupuestales para diferentes fines (A, B, C, D, etc.) pero por obra y gracia de Javidú, todas las partidas se iban a dos cuentas concentradoras, llamadas licuadoras. Ahí se revolvían todos los recursos: los que llegaban de la federación, los que correspondían al impuesto al hospedaje, los que correspondían al impuesto a la nómina, los que iban para la Universidad Veracruzana… todo caía al final en las licuadoras. Y a partir de ahí el que más chillaba más recibía. El que podía hacer presión conseguía un dinero que por ley le correspondía. El amigo, el compadre, el contratista favorito recibía rápido el dinero de la licuadora. El que no pues… lástima. Al final de la fila.

No importaba si el dinero con el que se pagaba, digamos, un apoyo a los campesinos venía del fondo de pensiones de la UV. No importaba si el dinero que venía etiquetado para fomentar el turismo se usaba en pagar sueldos de asesores de Comunicación Social. No. El presupuesto terminaba dinamitado porque el dinero que estaba pensado para A se terminaba usando para B. La manera grotesca de hacerlo era vía la licuadora.

Suena horrible que ese tipo de cosas se permitieran, ¿no? Javier Duarte empezó a hacer eso desde el sexenio de Calderón, con cierta inhibición y total impunidad. Pero llegó EPN y fue “agárrense que llevo prisa”. Había favores que pagar, y el nivel de desvíos de Duarte una vez que entró EPN se salió de toda proporción.


No se debe permitir que un presupuesto que viene etiquetado sea gastado discrecionalmente, según el nivel de amistad, de capacidad de presión o de compromiso que se tenga con respecto al gobernante. No importa si simpatizas o no con el gobernante, eso no es sano.

Solo que en México sí se va a permitir. A nivel federal.

Con lo que aprobaron hace unos días los senadores, regresamos a la época de las licuadoras pero ahora legalizadas y con Buenrostro (perdón, buen rostro).

¿Recuerdan que quedamos que los diputados aprobaban que para A había $400, para B $300 y así sucesivamente? Pues hora el presidente podrá gastar solo $200 en A y $100 en B. Y podrá decir que son ahorros. No importa si para lograrlo AMLO deja de cumplir con obligaciones que además fueron sus compromisos de campaña que además él solicitó en el PEF que además los diputados le aprobaron, por ejemplo las Estancias Infantiles. Simplemente no les da dinero y ya. El toque mágico de un memorándum y PUM, miles de millones de pesos “ahorrados”. Dejad que el dinero se acerque a mí.

Los efectos perniciosos de esto ya están a la vista, porque la realidad es que antes de que los senadores lo aprobaran, esto ya se está aplicando.

Como primer ejemplo pongo el caso del IMER. Tenía un presupuesto asignado, por lo que nunca debió estar en duda su continuidad. De repente llega el memo de AMLO y queda al borde del cierre. El dinero que les tocaba ya estaba en la Licuadora Buenrostro listo para otros fines pero de repente la presión es mucha y hay que dar marcha atrás. Jenaro Villamil la hace de mecenas, AMLO magnánimo dice “hágase”, y el dinero les regresa. Dinero que era para ellos porque así estaba aprobado. El ganso quitó. El ganso regresó. ¿Y qué escriben los señores del IMER en su cuenta de Twitter? “Gracias al apoyo de la SEP, SHCP, AMLO, Jesús Cuevas y Jenaro Villamil ya tenemos nuevamente dinero”. ¿Síndrome de Estocolmo, alguien? Tenías dinero autorizado. Ellos te lo quitaron. Lloraste y te lo regresaron. ¿Y le das las gracias por eso? Nótese que no agradecieron ni a su audiencia que levantó la voz ni a los que pagan los impuestos. No. Gracias totales en primerísimo lugar a los dueños del pandero.

Y desde luego que este tipo de ejemplos cunde. ¿Qué dijo ayer Ana Guevara? Que en agosto se va a quedar sin dinero (qué raro si ya no hay corrupción). Ya dejen ustedes lo patético que es que alguien se entere en julio que para fin de mes ya se acabó el presupuesto del año. Vamos a dejarle pasar eso. ¿Qué fue lo que declaró? Que va a tener que ir con AMLO y con Urzúa a pedir más dinero. Otra vez, AMLO le quita a la CONADE parte de lo presupuestado, y si Anita lo quiere de regreso pues tendrá que correr tras los que manejan la nueva licuadora.

¿Se dan cuenta del incentivo tan perverso que aprobaron los senadores? El presidente puede recortar a placer lo que guste. Con eso se hace de cientos de miles de millones de pesos. Y luego los gasta vía un decreto. ¿Qué podría salir mal?

Y la cosa se pone peor. Porque habrá gente que hoy confíe en AMLO y esto le parezca bien, pero ni las personas ni los partidos son eternos. ¿Imaginan los ganseguidores a esta ley en manos de un presidente que les caiga mal?

Lo que están haciendo ahora a nivel federal es legalizar las prácticas de Javier Duarte en cuanto a manejo de presupuesto. Ya va a dar igual lo que los diputados aprueben a finales de este año. AMLO decide en 2020 en dónde se deja de gastar, el dinero entonces sobra, y a repartir discrecionalmente como él considere que esté bien. Premia al gobernador que quiere y castiga al que no. Le da dinero al superdelegado del estado donde son oposición y las elecciones se acercan. Multiplica por 10 el presupuesto de Probeis. Programa el 100% de ese gasto solo en el municipio de Macuspana. Lo que quiera, de buena o mala fe. Con un decreto. Sin ningún contrapeso.

Javier Duarte ha de haber pensado con el tema de la licuadora que era un genio. AMLO llegó y le dijo “quítate, novato” y lo rebasó por la derecha.