Tras las elecciones del dos de junio, a los que no votaron por la Calca les tengo una noticia buena y una mala.
La buena es que el segmento más grande de la sociedad NO fue el PRO-AMLO ni el ANTI-AMLO sino el NINGUNO DE LOS ANTERIORES, dado que los que no votaron son más que los que votaron por cualquiera de los dos bloques. Y ese segmento puede ahora contar con nuevas opciones para sentirse representado. Y en normalidad democrática estamos en la época en que por ley se pueden crear nuevos partidos políticos, los partidos existentes pueden evaluar si siguen en alianza o van por separado, las personas con proyectos políticos independientes pueden empezar a darse a conocer y generar estructura territorial, la Marea Rosa puede optar por ser partido político, los pocos sobrevivientes del PRD pueden empezar otro proyecto, MC puede intentar quitarse la etiqueta de esquirol, los que creen que el camino es la “izquierda verdadera” pueden intentar irse por ahí, los que creen que lo que se necesita es “derecha dura” pueden ver qué tanto apoyo reciben, los partidos de la Alianza pueden reflexionar sobre sus errores y presentar algo completamente diferente, y todas las opciones que se les ocurra. Sí, en normalidad democrática estaríamos entrando a un periodo de reconstrucción lleno de alternativas, sin tanta urgencia de inmediatez dado que las siguientes elecciones federales son dentro de tres años. No es imposible en normalidad democrática derrotar a un partido hegemónico a la buena. Son tantas y tantas las opciones que en normalidad democrática existen. Qué buena noticia.
La mala es que la normalidad democrática falleció el 2 de junio. El camino nos lo dijeron desde antes de las elecciones, la mayoría de los electores por acción u omisión no lo impidió, y ahora lo van a aplicar. Podemos seguirle la huella paso a paso: el primer paso fue que LA SEGOB anunciara el número de plurinominales que le iba a tocar a cada coalición. Exacto, como en tiempos de Bartlett. El paso que sigue es que el INE y los institutos locales aprueben esa sobrerrepresentación burda e ilegal. El instituto electoral de CDMX ya empezó, y el en el INE se intentará el mismo camino en agosto. Si cuela, maravilloso. Pero si no sigue el tercer paso: que los tribunales electorales ratifiquen los agandalles, o anulen las rectificaciones de los institutos electorales. Si no funciona, entonces se continúa al cuarto paso: Una vez instalada la nueva legislatura, se compra a los diputados o senadores que falten. Y va a ser muy barato. Y sí, gran parte de la responsabilidad será de esos legisladores vendidos chapulines sin ética ni disciplina partidista. Pero otra parte no menor será responsabilidad de los electores. En los últimos 10 años hubo dos tipos de políticos del PRIANRD: los que chapulinearon hacia la 4T y los que permanecieron en sus partidos siguiendo sus convicciones. ¿Y qué hizo el electorado? Premiar al que se fue a la 4T (como se demuestra con el hecho de que TODOS los candidatos a gobernadores por la 4T en 2024 provienen del PRIANRD. Todos. 100%) y dejar con pocos votos al que permaneció. Si los electores mexicanos no castigan a los chapulines y no premian a los que permanecen, la señal que le enviamos a los políticos es “brinquen. No se hundan en el barco”. Entonces para septiembre ya estará la mayoría calificada en el congreso para hacerle a la Constitución lo que AMLO quiera. Y hay todavía un plan de contingencia posterior. Si por alguna extraña razón la 4T se queda muy lejos de la mayoría calificada, y por alguna mucho más extraña razón no logran comprar suficientes legisladores de oposición con la rapidez que quisieran, entonces viene el quinto y último paso: el cambio en la SCJN hacia fin de año. Ya marcó AMLO el camino, a los electores no les importó, y la Calca lo va a replicar. Va a mandar al Senado una terna de bultos impresentables pero incondicionales. Si se los rechazan repite la receta. Y cuando se acabe la pantomima, elegirá de entre los tres bultos impresentables pero incondicionales que propuso al final a quien quiera para ministro. No hay leyes o instituciones que sobrevivan a quien las quiere mandar al diablo y tiene suficiente poder. El secreto era no darles ese poder, pero ese barco ya zarpó y se hundió.
Ahí llega el último clavo. Aunque el 2 de junio no tuvieron los votos para lograr mayoría calificada, aunque los institutos locales no puedan ayudar al agandalle, aunque los tribunales electorales no logren torcer lo suficiente las leyes, aunque no puedan comprar suficientes legisladores a buen precio, la bala de plata a la normalidad democrática pasa por la SCJN. Con un nuevo ministro a modo llegan a cuatro de once. Con eso pueden aprobar con su mayoría simple cualquier ley con el alcance que quieran, incluso si la ley empieza con un “esta ley secundaria contradice la constitución pero eso está bien porque lo quiere el pueblo bueno”. Claro, nuestro marco legal permite que se inicie una Acción de Inconstitucionalidad para evitar que leyes secundarias vulneren la Constitución. Pero hay un detalle: para que la SCJN declare una ley como inconstitucional necesita una supermayoría de ocho votos de un total de once ministros. Y si la 4T suma un ministro pelele más a los tres que ya tiene, llega al número mágico de cuatro. Entonces no importará lo que digan los otros siete, no importará lo que digan las barras de abogados, no importará lo que la prensa y las redes sociales digan. La ley se aplicará haiga sido como haiga sido.
Y de eso sigue que si se les antoja impedir que haya partidos políticos nuevos lo van a hacer, si quieren encarcelar a líderes emergentes lo van a hacer, como no les gusta que haya transparencia terminarán con el INAI, militarizarán lo que quieran militarizar, seguirán pactando con el crimen organizado, arrasarán con los organismos autónomos, forzarán aún más a los medios para acallar voces críticas, la Nueva Escuela Mexicana de Marx Arriaga llegó para quedarse a adoctrinar, y buena suerte si te enfermas.
La normalidad democrática en México se terminó. Con todos sus bemoles tuvo una breve vida de 1997 a 2024. A muchas personas eso nos parecía mejor escenario que el de un partido hegemónico liderado por un priista setentero, pero la mayoría no comparte nuestra visión, sea porque votaran por el partido hegemónico o porque decidieran no votar.
Total, la buena es que en normalidad democrática habría varios caminos para construir alternativas que llevaran a un cambio en el balance de poder en las siguientes elecciones.
La mala es que la normalidad democrática ya se terminó.
Que tengan bonita semana.