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Vitamina L

Primer acto

En un planeta remoto, los habitantes de un país necesitaban consumir todos los días Vitamina L. Como parecía algo complejo e importante, el gobierno se quiso hacer cargo tanto de la producción como la distribución de la vitamina.

Entonces empezó a hacer plantas de Vitamina L utilizando las tres técnicas conocidas hasta entonces, y puso el precio de la Vitamina en $15 el frasco.

Dado que la población iba creciendo cada vez más, la demanda por Vitamina L (en adelante, VL) se fue haciendo cada vez mayor. Las plantas no se daban abasto, y además los costos de producción andaban sobre $15 el frasco (de repente hasta un poco más arriba). Dado que vender en $15 lo que produces en $15 no es un gran negocio, las plantas se fueron haciendo viejas, y no había recursos para hacer plantas con las nuevas tecnologías que podían llegar a ser más baratas.

Entonces alguien en el gobierno de ese país, en ese planeta remoto, tuvo una idea.

Segundo acto

La idea fue dejarle al gobierno la distribución de toda la vitamina a $15 (para evitar abusos), pero darle a los inversionistas privados la opción de construir sus propias plantas. Para el gobierno la decisión era ganar-ganar-ganar-ganar.

Ganaban porque se iba a detonar la inversión en nuevas plantas con cero riesgo para el gobierno. El inversionista compraba terrenos, contrataba gente, pagaba tecnología, compraba materiales de construcción, todo, bajo su propio riesgo. Si sus costos de producción terminaban siendo superiores a los de las plantas del gobierno, este no les compraba nada. Incluso aunque fueran más baratos que el gobierno, si la Planta Privada A era más cara que la Planta Privada B, entonces se le compraba a B.

Ganaban porque los privados podían entrar en nuevas tecnologías para producir la Vitamina L. De ese modo podría producirse más barato, y con menor huella ecológica.

Ganaban porque si los privados vendían la VL en $4, el gobierno de todos modos la vendía a $15. En vez de salir tablas o perderle un poquito, pasaban a ganar $11 por frasco, con inversión cero y riesgo cero.

Ganaban porque mientras más plantas privadas hubiera, con más diversidad de tecnología, y mayor cobertura del territorio nacional, la probabilidad de que todas esas plantas más las que conservaba el gobierno fallaran al mismo tiempo era muy remota, y ciertamente mucho menos probable a si solo había plantas del gobierno.

Por último, si al gobierno le interesaba mejorar la capacidad productiva de sus propias plantas, ahora tendría una excelente manera de hacerlo: reinvirtiendo las utilidades que les dejaba comprar a $4 lo que venderían a $15.

Había desde luego un asunto a considerar: la corrupción. ¿Qué tal que una de las plantas la hacía el compadre del gobernante, y se le diera un contrato de compra de VL a $25 el frasco? De ese modo la empresa del gobierno perdería mucho dinero, y los demás inversionistas se molestarían dado que sus plantas no recibirían contratos aunque fueran más baratas.

Entonces llegaron a una idea que parecía muy sensata: hacer subastas. “En el norte del país necesito para mañana 100,000 frascos. Se los compro a quien me los dé más baratos, no me importa si viene de plantas de la empresa del gobierno o de la del compadre o de una trasnacional o de una PYME. Voy a comprar de más barato a más caro hasta satisfacer los 100,000 frascos. Y luego hago lo mismo en el sur, el este y el oeste (el centro no porque el país tenía forma de Dona Bimbo, con el cariño de siempre. Pauta publicitaria pagada por el Osito Bimbo)”.

De ese modo, si por cualquier razón en una región determinada en una fecha específica las plantas del gobierno tenían mejores precios, se les compraba a ellos y no a privados. Si la opción más barata era una planta privada, luego una pública, luego otra pública y luego otra privada, se les compraba en ese orden hasta juntar la demanda necesaria. A medida que la mejor opción fuera la privada, se generaba una utilidad mayor en la empresa gubernamental con respecto a si se les hubiera comprado a sus propias plantas.

Esto se implementó en el país y sí: había más vitamina, hecha por más plantas diferentes, utilizando tecnologías diferentes entre ellas, más amigables con el medio ambiente, y a un precio mucho más barato.

Esta situación siguió así hasta que hubo un cambio en el gobierno.

Tercer acto

Al nuevo gobierno la situación no le gustó.

“Es que se privatizaron las plantas de Vitamina L”, dijeron. Sin embargo eso no era cierto. Todas las plantas que eran del gobierno, todas, seguían siendo del gobierno.

“Es que se le da prioridad a las plantas privadas”, dijeron. Sin embargo eso no era cierto. Se le daba prioridad a las que vendían más barato. Si muchas de ellas eran privadas significaba que podían entregar su producto a mejor precio que el gobierno.

“Es que con eso están descapitalizando a las plantas del gobierno”, dijeron. Sin embargo eso no era cierto. Si la empresa del gobierno vendía a $15 lo que producía a $15, estaba viviendo al día. Y cuando esa empresa del gobierno empezó a comprar en $4 lo que vendía a $15, se quedó con $11 por frasco. Y las ventas de frascos se contaban en millones cada día.

“Es que con esto nos ponemos en manos de las empresas privadas”, dijeron. Sin embargo no era cierto. Las plantas del gobierno seguían funcionando exactamente igual. Si una empresa privada se quería pasar de lanza y vender a $18, pues tan simple como que el gobierno mediante la subasta le compra a $15 a las plantas del gobierno. Además, con las utilidades que estaban obteniendo por comprar más barato, daba para que el gobierno pudiera construir muchas más plantas.

Ante tantos buenos argumentos a favor de continuar con la inversión privada usando el método de subastas para seguir entregando toda la VL necesaria, comprando a mejores precios, a muchas plantas diferentes que usan tecnologías diferentes, el gobierno decidió continuar con ese proceso.

No, es broma. El gobierno decidió revertir el proceso, dejar de comprar al que vende a $4 el frasco usando tecnología amigable con el medio ambiente, y empezar a comprar a sus propias plantas, sumamente contaminantes y obsoletas, a $17 el frasco.

Esta es la Reforma Energética explicada con frasquitos. La Vitamina L es la energía eléctrica, y estamos viendo en tiempo real cómo se pretende dejar atrás el método de comprarle al más barato y que usa energías renovables, para regresar a comprarle al caro y contaminante. Además, la empresa que produce la energía cara y contaminante es dirigida por el político más perverso de los últimos sesenta años, Manuel Bartlett.

La 4T va.