Vamos a definir para efectos de estas líneas que un “privilegio” (el mal llamado privilegio) es un derecho al que no todos tienen acceso. Y vamos a definir para simplificar como “rico” al que gana $200,000 al mes y como pobre al que gana $3,800. Por último, “blanco” es una persona de piel clara y “moreno” el que no.
Bien.
Imaginen a dos niños. Uno es blanco y rico. El otro es moreno y pobre. ¿De verdad creen que el blanco rico tiene privilegios que el moreno pobre no? ¿En serio creen que tiene más fácil el acceso a la salud, a educación de calidad, que tiene acceso a comidas más nutritivas? ¿Honestamente creen que el blanco rico está en ventaja sobre el moreno pobre?
Pues sí. Claro que lo creen. ¿Cómo no iban a creerlo? Es obvio, tiene sentido, tenemos toneladas de estudios al respecto, conocemos casos particulares, nos sabemos cientos de anécdotas. Nadie en su sano juicio lo pone en duda.
Pero en ese caso, ¿el problema es la pigmentocracia, el racismo, la discriminación? Yo creo que no. Para demostrarlo, vamos a enunciar de nuevo lo anterior cambiando una variable.
Imaginen a dos niños. Uno es blanco pobre. El otro es moreno rico. ¿Quién tiene acceso a las mejores escuelas, a los pediatras más reconocidos? ¿Quién va con su papá a Dallas a ver el partido de la NFL? ¿El moreno rico o el blanco pobre?
Pues la respuesta es obvia. El moreno rico es el que tiene acceso a todos esos privilegios. El blanco pobre no los tiene. Dinero mata pielecita.
Entonces pues el principal factor para tener privilegios en México es tener el dinero para poder acceder a ellos. Y en caso de no tener el dinero, pues nacer en el lugar adecuado (una ciudad vs. el campo).
Entonces no, señores buenaonditas. En un país en el que los derechos son bellísimos enunciados en nuestras leyes pero que la clase gobernante no ha sido capaz de proporcionar (y por clase gobernante me refiero a MoReNa, al PRI, al PAN, al PRD, al Verde y al membrete que me digan), el acceso a los privilegios de verdad, a los importantes, no está asociado al color de piel. Recuerden al moreno rico vs. el blanco pobre.
El Camp Santa Úrsula se hizo famoso hace un mes porque ahí asistió una nieta de Carlos Slim y el hijo menor de AMLO. Un campamento que cobra muchas docenas de miles de pesos a la semana es, sin duda, lo que los progres llaman “un privilegio”.
¿Qué probabilidad hay de que a ese campamento llegue un señor blanco pobre y diga “quiero inscribir a mi hijo que es blanco como noruego sin pagar dinero”, y que le digan que sí? Acertaron. La probabilidad es cero. No va a pasar. No tendrá acceso a ese privilegio.
¿Qué sí te puede dar tu lugar en ese campamento, aparte del cochino dinero? Pues que seas muy famoso, de modo que los que lo dirigen puedan decir “aquí viene la hija del famosísimo señor _______”. Tal vez juzguen que eso les daría más “caché”, publicidad gratis, interés de otros papás. También pueden darle lugar gratis al hijo de una familia con poder político, porque desgraciadamente en este país llevarse bien con el gobernante en turno es bastante redituable en muchos aspectos. Entonces puedes entrar al campamento por tener dinero, o por ser hijo de alguien particularmente famoso, o por ser hijo de una autoridad con la que convenga llevarse bien.
Dinero, fama, poder. Eso sí te da varios privilegios de ese estilo. ¿Un blanco pobre tiene acceso a eso? No me hagan reír por favor.
Pasemos entonces a la Fórmula 1, de donde empezó todo el tema de la pigmentocracia. ¿En serio alguien cree que a la hora de vender boletos en línea hay un filtro por color de piel? ¿ERROR 404 CLIENTE MORENITO LLÉVESE SU DINERO A OTRO LADO? Por supuesto que no. Los organizadores de la Fórmula 1 pondrán precios, y no le harán gestos a quien pague basados en el color de su piel. Pregúntenle a los organizadores qué prefieren, vender todos los boletos y que las tribunas estén llenos de morenitos, o vender solo el 3% de los boletos pero eso sí, que cada aficionado parezca de Dinamarca. Ahí es donde su plática de la pigmentocracia se vuelve pigmentontería.
Entonces, señores, la Fórmula 1 no es una pigmentocracia. Es un evento deportivo caro que paga el que puede y no paga el que no.
Podemos ampliar mucho más el tema. Como comenté arriba, un blanco pobre en un pueblo perdido en Guerrero tiene menos privilegios que un moreno pobre en CDMX. Incluso siendo ambos pobres, vivir en un entorno urbano otorga muchísimos privilegios que los entornos rurales en México no dan. Localización mata pielecita aunque sí, dinero mata todo.
Tomando en cuenta todo lo anterior, ¿estoy diciendo que no hay, digamos, miniprivilegios que los blancos tienen sobre los morenos? Claro que no. Por supuesto que sí los hay. Imaginemos los rondines que está haciendo la Guardia Nacional en algunas estaciones de Metro, que incluyen la revisión de pertenencias de usuarios. ¿Tiene la misma oportunidad de que ser revisado un blanco que un moreno? Sabemos que no. Es probable que al Brayan (perdón, que al moreno) lo revisen cinco o seis veces por cada una que le toque a un blanco. Esa discriminación, así como muchas otras que permean nuestra cultura, nuestro lenguaje, nuestra manera de relacionarnos, es real. Contra ellos debemos de luchar, para poner un piso en realidad parejo. Porque el rico blanco la tiene más fácil que el rico moreno. El pobre blanco urbano la tiene más fácil que el pobre moreno urbano.
Porque si Palacio de Hierro va a contratar a una demostradora de cosméticos y tiene dos candidatas, iguales en cada tema de preparación y experiencia, pero una es morena chaparrita y otra blanca alta, la blanca es mucho más probable que obtenga el trabajo. Por su color de piel.
Pero no se dejen confundir. La variable principal es el dinero, no el color de piel.
Si tienen duda, pueden preguntarle a un moreno pobre qué prefiere. Si ser rico o tener la piel blanca.
Todos sabemos qué van a responder.
Ahora varios están difundiendo un estudio de OXFAM que en mi opinión desmiente completamente su narrativa. Tiene varios datos, el primero de ellos es que 1 de cada 3 personas blancas nace en un hogar que está dentro del 25% más rico de México.
Ahí es donde con leerle tantito vemos el error básico que cometen los que hablan del “privilegio blanco” como un fenómeno universal, todopoderoso, sin matices. Que uno de cada tres blancos nazca en hogares ricos significa que dos de cada tres blancos no. Es un 33% contra 67%. Por eso ese 67% de blancos no ricos se queja de que un grupo les diga que son extremadamente privilegiados. ¿De dónde, se preguntan ellos? Sí, tal vez en la pastorela de la colonia agarren a la más güerita para ser la Virgen y a la morenita la rebajen a pastorcita. Esa discriminación, insisto, claro que existe y suele beneficiar al de piel más clara. Pero si vives en la misma pobreza en la misma colonia con tus hijos asistiendo a la misma escuela desvencijada y padeciendo el mismo mal servicio en el mismo Centro de Salud, que te digan que eres privilegiado porque a tu hija la nominaron para virgencita de la pastorela como que parece más burla que crítica con sustento social. Por eso ese 67% de blancos nacidos en hogares sin tantos recursos bromean “oigan, ¿a dónde paso por mi cheque de Privilegiado Blanco porque trabajo 12 horas al día y no llego a la quincena ni de casualidad”.
En México es más fácil tener un mejor sueldo si se es blanco que si se es moreno. Está medido. Comentaré sobre eso otro día, porque para variar los buenaonditas progres están equivocando garrafalmente la mira en su manera de tratar el tema.
Pero por lo pronto hasta aquí llego porque aunque soy blanco, sospecho que mis jefes no me darán el privilegio de pasármela escribiendo después de que termine mi tiempo de comida.