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¿Instituciones o Caudillos?

by | Abr 5, 2017

¿Instituciones o Caudillos?

Hay pocas dudas sobre el tremendo malestar que la corrupción gubernamental provoca entre los mexicanos. La sociedad está harta y deseando que haya un cambio en la actual impunidad que rebasa el descaro y ronda la desfachatez.

Los “Ejemplos de Nuevo PRI” que EPN pudo pronunciar en campaña fueron Javier Duarte, César Duarte y Roberto Borge. Más le hubiera valido no mencionar a ninguno, como cuando en la FIL le preguntaron por libros.

En algo que hace dos años habría parecido sueño guajiro, al menos dos de esos tres personajes tienen orden de aprehensión y Ficha Roja de INTERPOL. El tercero no está lejos. Desde luego no están aún como queremos: tras las rejas y viendo confiscado lo que malversaron. Desde luego faltan muchos más que andan tranquilos, disfrutando de lo que agarraron cuando estuvieron donde había. Pero la sociedad, espero, no dejará ese tema tan fácil.

Pero empezamos con un pequeño detalle problemático: hay dos maneras opuestas, excluyentes, sobre cómo enfrentar el problema.

La primera habla de arreglos institucionales. Pesos y contrapesos, controles, balances, sociedad civil activa, mejores leyes, fiscal con dientes, 3de3, autonomía real dentro de organismos del estado (sí, me refiero a Paloma Merodio), información pública… en fin. Cosas que han funcionado en otros lados, que son perfectibles pero que apuntan en la dirección correcta. Esta es la manera que yo creo adecuada.

Pero varios millones tienen otra idea. Al diablo con las instituciones: lo que se necesita es un caudillo honesto, que esté con el pueblo. Todos los controles que se hicieron en el pasado (la Contraloría, la Secretaría de la Función Pública, la Auditoría Superior, los Órganos de Fiscalización, las licitaciones públicas) no impidieron a los Duartes, a los Moreiras, a los FidelHerreras o a los Sabines. ¿Para qué seguir con arreglitos institucionales inoperantes? Mejor un hombre honesto. Digamos, AMLO.

AMLO ha abonado a esta segunda opción. Sus planes contra la corrupción no pasan por instituciones, reglas, contrapesos. No. Pasan porque él no roba, y como él sería el presidente, pues si no roba él no robarán los de abajo y eso se replicará y tendremos una muy honesta República Amorosa.

A mí ese caudillismo me preocupa por dos razones fundamentales. Y vamos a asumir aquí que AMLO, efectivamente, no tomaría un centavo del erario. Aunque así fuera, no mejoraría mucho la situación.

Primero porque es un hecho que el señor no sabe rodearse de gente honesta, y es además bastante lentito para detectar actos de corrupción en su círculo más cercano. Si tus brazos derechos como jefe de gobierno son quien maneja las finanzas y quien maneja la operación política, entonces elegir a Ponce y a Bejarano habla de tener muy desviado el radar de la honestidad. Como presidente actual de MoReNa, se le han pasado de noche todas las evidencias de lo que pasa con Ricardo Monreal, con su hija adolescente empresaria gasolinera y su director jurídico recorriendo las calles con centenares de miles de pesos en efectivo. Y ni una palabra. Hoy habla muy mal de Los Chuchos, y vaya que tiene razón. Pero Jesús Ortega, el Chucho Mayor, fue coordinador de su campaña presidencial. Podemos seguir hablando de las relaciones peligrosas de AMLO, pero creo que hasta aquí hay evidencia de que así no robe un peso, su buen corazón no alcanza para detectar corruptos.

Ahora pasemos a la segunda razón por la que me preocupa su caudillismo: vamos a suponer que al tomar posesión como presidente absorba el superpoder de detectar a corruptos en el gabinete. Tendríamos a un presidente honesto que sabría encontrar actos deshonestos con su gran olfato. ¿Para qué necesitamos entonces un marco institucional sólido si lo tenemos a él?

Pues porque no es eterno. Usando sus palabras, está corrido en terracería. ¿Qué pasará al acabar su sexenio, si la defensa del pueblo mexicano contra la corrupción es su sentido arácnido? ¿Querrá reelegirse para seguirnos salvando? ¿O designará como sucesor a quien comparta sus instintos? Porque si no desarrollamos instituciones, ni siquiera un presidente honesto con gabinete honesto nos blindaría de la corrupción, a menos que el presidente sea eterno. Y eso de la eternidad como que no se da muy bien ni en la política ni en la biología.

En México y América Latina eso del caudillismo no nos ha funcionado bien. Los países menos corruptos en el mundo no tienen a un presidente con olor a santidad que lleva 50 años en el cargo, sino arreglos institucionales que dan incentivos a portarse bien y castigos creíbles a quien se porta mal.

Espero que en México aprendamos la lección. Que no dependamos de la buena fe de alguien. Que la lucha de todas las organizaciones de la sociedad civil se convierta en la columna vertebral de un sistema anticorrupción funcional.

Así sea.