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Lo Cotidiano se volvió Prohibido (11.5.2015)

LO COTIDIANO SE VOLVIÓ PROHIBIDO

Llegué a vivir en 2003 a Veracruz. Era la época anterior a Fidel Herrera y Javier Duarte. No puedo decir que no existieran problemas, pero desde luego era un excelente lugar para vivir.

Mi esposa y yo pasamos muchos años, tanto sin hijos como con ellos, viviendo con bastante tranquilidad. Sí, ya empezábamos a preocuparnos por tener bardas más altas y una cerradura extra, pero en términos generales teníamos pocas restricciones. Como la prudencia aconseja, había rumbos en los que preferíamos no estar, pero no nos preocupaba tomar un taxi en la calle, salir en la madrugada de un bar, ir a caminar al boulevard, manejar en carretera por la noche.

Aún recuerdo cuando llegué en 2003 a Veracruz. Estuve en un hotel tres meses en lo que me alcanzaba Cristina, y era habitual salir los jueves al boulevard, comprar unas cervezas y caminar entre los automóviles estacionados, con las cajuelas abiertas, hasta encontrar uno con la música que me gustara. Sentarme junto al mar, escuchar la música bebiendo mi cerveza, y repetir la operación en el siguiente carro con música adecuada. “Miedo” no era una sensación que me pasara con frecuencia en esa época.

¿Cómo se llegó de ese ambiente a uno en el que una niña de 15 años es secuestrada, violada y asesinada? Es cierto que el caso de Columba Campillo no es ni de cerca el único. Bastante razón tiene la gente que dice que a este caso se le ha dado más difusión porque la familia de la víctima vivía en Costa de Oro y que llama más la atención un secuestro en el boulevard que otro en Río Medio IV sin que desde luego eso implique que unas vidas valgan más que otras.

Pero desde luego que los casos que uno considera más cercanos nos cimbran más. La niña iba en la misma escuela en la que mis hijos estuvieron hasta junio del año pasado. ¿Me topé con esa niña en los pasillos, me estacioné junto al carro de su mamá? ¿Cantó ella en el auditorio donde mis hijos tenían sus festivales? Con mi esposa comentamos que ella seguramente estaba en el salón en donde van hijos de amigos nuestros. Ella ha preferido no preguntar.

Mi esposa corría en el Boulevard. Yo iba por allá muy seguido. Todavía en enero que comí en el Venezziano, al terminar me fui caminando al hotel. A medio camino me pregunté si había sido prudente. Afortunadamente llegué. ¿Me rebasó Columba? ¿Estaba por ahí la presunta autora intelectual, que de acuerdo a las autoridades estaba tan interesada en mejorar su condición física que en ver a qué víctima enganchaba? La primera carrera de mi hijo mayor fue en ese boulevard, hace cuatro años.

Hacer un resumen de violencia es cada vez más complicado. Asaltos a mano armada dentro de bancos, el granadazo del Acuario, los 35 cadáveres de Barranca del Muerto, la persecución que terminó con el estallido del transformador, la casa de Costa de Oro que rafaguearon durante varios minutos, el amigo al que el crimen organizado no le permite usar su maquinaria, el que falleció prematuramente sin que podamos saber si la tensión a la que estuvo sometido por las amenazas sobre su familia influyó en su súbito deceso, las reuniones que empezaron a terminar más temprano, el que yo me quedara en hoteles si trabajaba hasta tarde en Xalapa para evitar pasar por Cardel cuando ya había oscurecido, los bares que fueron cerrando, las costumbres que fueron cambiando, la desconfianza ante cada niño nuevo en la escuela para ver si sus papás no eran “de los malos”… tantas y tantas cosas que fueron destruyendo lo cotidiano para imponer la nueva realidad, sin la esperanza de que los gobiernos estatales se pusieran del lado de la ciudadanía sino más bien constatando lo contrario.

Y así lo cotidiano se volvió prohibido. Ya no era aconsejable para una mujer ir al supermercado con bolso, y mucho menos con un niño a cargo. Ni siquiera a los supermercados localizados en las zonas residenciales. Ni siquiera a las 11 de la mañana. Una actividad aparentemente tan sencilla se convirtió para algunos en un desafío logístico.

Habrá quien diga que esto es exagerado y que se puede hacer exactamente lo mismo que hace 15 años sin precauciones especiales. Que la mayor parte de las jovencitas que salen a correr al boulevard no son asesinadas, y que la mayor parte de las bolsas en los supermercados no terminan siendo robadas. Esto último es cierto, pero ¿cuál es el umbral de lo tolerable? ¿es suficiente consuelo que las violadas, los muertos, los extorsionados, las asaltadas, sean minoría? ¿por qué mi familia y yo tuvimos que mudarnos a miles de kilómetros para volver a sentirnos seguros?

Lo único que me queda esperar es que lo de Columba Campillo provoque una importante reacción en la sociedad civil. El peor obituario para ella sería que “no pase nada”, como dice Javier Duarte…

La CNTE y las Aerolíneas (7.5.2013)

La CNTE y las aerolíneas.

Imagine usted que pudiéramos mandar a los maestros de la CNTE muy lejos. No, no a donde usted está pensando, no sea grosero. Me refiero a un viaje a Oceanía.

Nosotros pagamos sus boletos de avión. Total, si ellos cobran sin dar clases lo de menos es darles otro estímulo.

Pero tendrían que viajar con las condiciones de la aerolínea: los pilotos y mecánicos están ahí porque compraron sus empleos, o los heredaron de sus papás. No pueden ser despedidos ni aunque aterricen el avión de cabeza. No saben si el vuelo saldrá porque tal vez ese día no quieran trabajar, no porque estén en legítima huelga sino porque no se les da la legítima gana. Además será un viaje muy largo: los aviones son de hélice de pistón porque ni pilotos ni mecánicos han querido aprender cómo funciona un avión de turbinas o turbohélice, dado que, dicen, va “contra sus usos y costumbres”. Además en las ventanillas del aeropuerto hay constantemente bloqueos y pedradas porque los alumnos de una escuela de aviación EXIGEN plaza automática en la aerolínea. Lleven el promedio que lleven, se necesite o no sus servicios. La aerolínea por consecuencia tiene un terrible desempeño operativo, muchísimos accidentes y pierde muchísimo dinero.

¿Ustedes creen que los maestros de la CNTE se subirían a esos aviones? ¿No sería obvio que esa aerolínea no es viable y que necesita cambios urgentes? ¿Qué es tan difícil de entender?

La respuesta de algunas mentes progres: “tal vez esté mal lo del CNTE pero lo del hijo de Romero Deschamps es peor”. Eso es un sofisma. Un delito no anula al otro, se adiciona en perjuicio del nivel de vida de todos nosotros.

Previniendo la Prevención

Previniendo la Prevención

Empiezo con tres puntos a los que estaré volviendo durante este texto:

1. La culpa de un delito es del delincuente, no de la víctima.

2. La culpa de un delito es del delincuente, no de la víctima.

3. La culpa de un delito es del delincuente, no de la víctima.

Bien. Empecemos.

Cuando alguien va al cajero automático, a su sucursal bancaria o accede a banca en línea, está sujeto a una muy agradecible serie de advertencias. No es tan buena idea usar cajeros en zonas apartadas, durante la noche. Compartir el NIP, abrir ligas de correos electrónicos no solicitados o anunciar que se van a sacar decenas de miles de pesos no es sensato.

¿Debería alguien enojarse ante esas advertencias? Yo creo que no. Desde luego que tengo el derecho a sacar dinero de cualquier cajero de cualquier rumbo a cualquier hora. Nada más faltaba. Para saber mi opinión de quién es culpable por un asalto a alguien que acaba de sacar dinero del cajero, lean el punto 2. No debería haber ladrones. Es un delito. No debería yo de tener que renunciar a MI libertad de sacar MI dinero de donde me dé la gana por andarme cuidando de gente mala.

Pero hay un detalle: aunque la culpa del delito es del delincuente, según comento en el punto 1, la víctima soy yo. El que sufre las consecuencias sería yo. Ni siquiera si los mecanismos de procuración y administración de justicia funcionaran en México a la perfección (no se rían) y arrestan a mis asaltantes y los juzgan, eso me quita el susto o me garantiza que me devuelvan mi dinero.

La prevención entonces debe ser una cultura que esté siempre presente. Debemos hacerla parte de nuestras actividades para estar más protegidos. No porque ignorar algunas recomendaciones nos haga culpables si nos pasa algo, según comento en el punto 1.

Puse el ejemplo de los bancos pero hay muchos más. Secuestros regulares y express. El cuidado de nuestros hijos (que no abran la puerta a desconocidos, que no le hagan caso al que les diga que tiene unos perritos en la cajuela de su auto). No podemos decir que una criatura de nueve años es culpable de su secuestro por abrir la puerta de la casa irreflexivamente (pasen a leer el punto 3), pero ante un hijo secuestrado creo que eso no importa. De nuevo, no es relevante que el culpable sea otro si la víctima es un ser querido o nosotros mismos.

Algunas medidas de prevención reducen la probabilidad de que nos asalten, nos secuestren, roben nuestra identidad en línea, roben objetos de nuestro auto, o nuestro auto con todo y objetos. Ninguna es infalible, pero creo que reducir la probabilidad de ser víctima es suficiente aliciente.

En lo personal, espero conocer más medidas sensatas de protección. Y según yo eso debería ser la norma. No, no porque yo sea culpable si me pasa algo (punto 2) sino porque la víctima se lleva las consecuencias.

Bien.

¿Qué pasa si esa misma lógica de prevención la aplicamos a delitos de violencia contra la mujer? Pues que resulta que el que se atreva a hacer una recomendación puede salir seriamente regañado.

Para poner en claro mi postura: creo que una mujer puede vestir lo que se le antoje, tomar todo el alcohol que desee, estar a la hora que quiera en donde prefiera, sea casada, soltera o viuda. Para acabar pronto, creo que una mujer puede ir sola, borracha, a la “Reunión de Patanes Expulsados del Club de Fans de los Porkys por Pervertidos” y quitarse la ropa mientras baila sensualmente. ¿Y si le hacen algo a lo que ella no consienta? ¿De quién sería la culpa? Por favor, lean el punto 3 y luego el 1. Luego el 2. Luego otra vez el 2. Luego el 3. Luego el 1. Luego el 3. Luego el 3. Luego el 1. Y terminen con el 2. Si no les quedó claro, repitan las veces que sean necesarias.

No, no debería ser necesario recomendar algunas tácticas de prevención a mujeres para evitar ser víctimas de violencia sexual. Tampoco que en Tamaulipas o Guerrero le digan a niños de primaria lo que deben hacer si hay balazos en la escuela. Tampoco que una persona que trabaja diez horas al día para hacerse de un patrimonio tenga que cambiar de rutas para que no lo secuestren. O que alguien deba esperar a que sea el día siguiente para sacar dinero de un cajero dentro de un centro comercial concurrido. Uno debe poder estacionar su auto sin alarma, sin llave, en cualquier calle. Nadie debería abrirlo. Pero no es así.

Entonces desde luego que debemos luchar por que cambien las cosas. Que haya menos delincuentes en las calles porque baje la impunidad y haya más educación. Que el estado nos dé seguridad. Pero con la pena, eso no es de un día o un mes. No depende de nosotros. Y la prevención sí.

Y mientras ladrones, secuestradores, asaltantes, extorsionadores, asesinos, defraudadores, ciberdelincuentes y violadores sigan en la calle, prevenir es sensato. No, no porque la víctima sea culpable, ya no den lata y vayan directo al punto 3. Sino porque, recuerden, la víctima es la que sufre las consecuencias.

Escribo esto porque la semana pasada hubo un indignado movimiento de indignación por una campaña que le recomendaba a mujeres adolescentes cuidar las imágenes comprometedoras que le envían a sus contactos varones, que podrían amenazarlas con difundirlas en la escuela.

Al final, eso es una recomendación de prevención y en teoría debería ser tomado a bien. Pero no. Hay un intento de silenciar la campaña con el argumento de que es el receptor del material comprometedor quien debe ser responsable de no difundirlo. ¿Y qué creen? Tienen razón. Lo menciono en el punto 1.

Sin embargo, no es una locura pensar que un chavo de 15 años va a compartir con sus compañeros fotos de su novia. No, no está bien. Despreciable. Cobarde. Sancionable. Pero no sé, se me ocurre que no estorba decirle a una jovencita lo que puede pasar, de modo que si ella quiere, le de una pensada a sus actividades cibersexuales. Si no quiere hacerlo y es exhibida, para saber mi opinión de quién fue culpable hay que ir al punto 1.

Partiendo del supuesto de que nadie quiere ser víctima, la prevención sensata nunca está de más. De lo que me he podido percatar, las recomendaciones de prevención suelen ser bien admitidas para casi cualquier delito… menos los que tienen que ver con violencia sexual contra mujeres.

Luchemos porque no sean necesarias tantas recomendaciones. Exijamos mejores respuestas de las autoridades. Concienticemos a todos de los puntos 1, 2 y 3 en el orden que quieran. Ojalá lleguemos a un punto en el que podamos decir, aliviados, “en este pueblo no hay ladrones”.

Pero mientras tanto, si alguien propone medidas de prevención, no lo desalienten. Si quieren seguirlas, síganlas. Si no, pues no. Pero no impidan que por falta de difusión alguien no tome medidas de prevención sensatas.

No porque la víctima sea culpable. No. Sino porque es la víctima la que sufre las consecuencias.