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“Y se hizo la luz”, o del populismo irresponsable

Una noticia me llamó la atención hace un par de meses: el único pueblo en Suiza que no tenía luz eléctrica en sus calles (Surrein, cerca de donde vivía Heidi), por fin había votado a favor de iluminarse.

Cuatro veces el pueblo votó en contra de que les pusieran electricidad. Como mexicano, enterarme que cuatro veces se les consultó y las cuatro se negaron por supuesto que se me hizo extraño. Indagando un poco más en el tema, salió el peine: aparte de dos o tres pretextos no muy sustanciosos, se encontraba el quid del asunto: hay que pagar por el alumbrado público.

Haber votado antes por tener calles iluminadas implicaba pagar el recibo de la energía eléctrica. Entonces los electores sabían que tendrían que pagar más impuestos, o que algún gasto que la comunidad realizaba debía eliminarse para usar esos recursos en pagar la luz. Los votantes de ese muy pequeño pueblo rural en la punta de un alpe (250 habitantes, casi todos sin estudios universitarios) entienden claramente cómo funcionan las cosas: los servicios públicos cuestan. De entrada suena maravilloso tener servicios ilimitados, y si además te permiten votar para conseguirlos pues más. Ya lo dijo el filósofo Schopenhauer, “Si te dan, agarra. Si te quitan, chilla”.

Pero las cosas no funcionan así. Las cosas cuestan. Y los electores suizos lo saben. Hay una larga historia de votaciones populares para garantizar derechos que fueron rechazados por los efectos perniciosos que se generarían para la comunidad. Algunos temas que se han sometido a referéndum en Suiza y han sido derrotadas, en muchos casos abrumadoramente, son:

– Garantizar el derecho al trabajo (menos del 20% votó a favor).
– Garantizar el pleno empleo (ni siquiera llegó al 15%).
– Reducir la jornada laboral.
– Seis semanas de vacaciones para todos.
– Salario mínimo

Y, muy recientemente, la que le daba a todos los residentes en Suiza, adultos y niños, trabajaran o no, simplemente por estar aquí legalmente, un salario básico incondicional. En junio de este año, ni siquiera uno de cada cuatro votantes creyó que era buena idea.

El tema de la democracia directa está muy presente en las noticias. Los resultados del BREXIT y del Acuerdo de Paz en Colombia, ninguno de los cuales estaba obligado a ser consultado a todos los votantes, sorprendieron a propios y a extraños, y la mayor parte de los analistas se manifestó en contra de dichos ejercicios. “Para eso elegimos a supuestos profesionales, para que ellos tomen las decisiones difíciles”, “‘¿cómo vas a consultar al pueblo ignorante sobre temas que no tiene idea?”, “la gente estará a la merced de la demagogia”. Tal vez en algunos casos sea cierto, pero aquel pueblito alpino con el que empecé estas líneas demuestra que no es imposible, dando la información adecuada, involucrar a la gente en asuntos que le competen directamente.

Esta larguísima perorata, en caso de que alguien todavía me siga leyendo aparte de mi esposa, viene a cuento porque me preocupa el bodrio de constitución que están planeando para la CDMX. Aquí no se está dejando el proceso a la votación popular, sino que hay un grupo de 100 constituyentes. Cuarenta fueron designados, por lo que uno podría decir que hay expertos. Sesenta fueron votados por el esquema de listas, donde cada partido proponía, en orden, a las personas que consideraba más calificadas para el cargo y se repartían proporcionalmente al número de votos. Democracia indirecta, que sin embargo no impidió que un Bichir llegara a ser constituyente, solo para pedir licencia porque descubrió más bien que en realidad lo suyo, lo suyo, es ser actor.

Estos 100 notables no están partiendo desde cero, sino que una comisión (nuevamente, integrada por supuestos expertos) redactó un proyecto sobre el que los constituyentes deben trabajar.
¿Y qué nos encontramos en la propuesta de constitución de la CDMX? Populismo con consecuencias potencialmente devastadoras.

Podrían pasar por chuscos temas como el del “derecho a una sexualidad plena”, y ya veremos cómo maneja la corte la queja de una ciudadana que exija que se le cumpla su derecho, y que para ella la sexualidad plena nada más puede darse con Brad Pitt. Pero el tufo de populismo estatizante, reiterando políticas (como las rentas congeladas) que han fallado miserablemente a lo largo de geografías e historias, está sembrando bombas de tiempo que los grupos que alegremente han medrado recursos gubernamentales estarán muy ávidos de explotar.

Al final, votaron con más sensatez los pastores de cabras del pueblo suizo al evaluar pros y contras de la propuesta que se les hacía que los “expertos” que realizaron el proyecto de constitución de la CDMX. Es difícil pensar que una mayoría de los constituyentes salga a decir “creo que hay que defender claramente la propiedad privada y eliminar derechos que suenan muy bonitos pero que no están en las manos (ni en el presupuesto) del gobierno cumplir”.

Una constitución no es una lista de buenos deseos. Una constitución no es un conjunto interminable de derechos que le hacen guiños a los grupos de presión (ambulantes, asambleas de barrios) que más ruido hacen. Una constitución no debe abrir el camino para cascadas de procesos judiciales porque desde el día uno será imposible cubrirlos todos. Una constitución debe tomar en cuenta que los derechos tienen costos y que mientras los biólogos descubren al árbol que da dinero, pues serán los ciudadanos los que deben pagar por ello. Si las sociedades que más han progresado son las democracias liberales, una constitución debería tomar como referencia las leyes de esos países, no las de populismos caudillistas.

Es muy probable que no haya que alarmarse. Que el bodrio de constitución no tendrá consecuencias tan negativas porque nacerá siendo letra muerta por inaplicable. Pero la puerta estará abierta para que los que puedan presionar pública y judicialmente se aprovechen de los demás.

Al final no se trata de democracia directa vs. democracia representativa. Hay experiencias buenas y malas en ambos casos. Al final es un tema de responsabilidad contra demagogia.

Y hasta ahora el pueblito suizo en vías de iluminación va por el lado correcto, mientras que los constituyentes están fracasando.

Priceless (9.08.2012)

PRICELESS

Viaje a Jalcomulco para descenso en Rápidos $3,000

ROLEX clásico de acero $50,000

Green Fee en un Club de Golf $3,000

Colección completa de películas de Julia Roberts $1,800

Curso de Autoayuda impartido por Gaby Vargas basado en los textos de Paulo Cohelo $2,000

Pistola Calibre .357 $3,000

No haber gastado en nada de lo anterior por estar fuera de mis gustos e intereses… no tiene precio (literalmente).

“Lo que falta es amor por México” (8.10.2013)

“Lo que falta es amor por México” (8.10.2013)

Muchas veces he leído en las últimas semanas que algo muy importante que nos falta es “amor por México”. Aunque ya terminó el mes patrio, varios han identificado el problema que tiene nuestro país, y es que la gente no quiere lo suficiente a su patria.

Esa idea suena hermosa, evocadora, poderosa… y en mi opinión es falsa. Lo que necesitamos es que cada uno de nosotros hagamos lo que nos toca (trabajar, estudiar, dirigir, gobernar, legislar, enseñar, construir, curar) dentro de la ley.

Pensemos en un doctor. ¿Nos sirve que así, como entelequia, tenga “amor por México”? En realidad lo que sus pacientes esperan es que sepa lo que hace, cobre lo justo, no quiera abusar de los pacientes, pague sus impuestos. Si quiere o no a México, ¿hace diferencia? En realidad cuando el doctor hace bien su trabajo está mejorando a su país, de una manera concreta y que está en sus manos. Pensemos que ese buen doctor es nicaragüense. Si ama a su país pero cura a gente en México, nos está ayudando aunque el himno que cante sea el de Nicaragua.

Mucha gente confunde, en mi opinión, el hacer lo que nos toca con el egoísmo. Aunque a mí me gusta ayudar a gente que no conozco, mi principal responsabilidad es que mi esposa y mis hijos estén bien. Para lograrlo, debo darle a la empresa que me paga los resultados que de mí espera. Para ello, debo darle un buen servicio a mis clientes. Es un pequeñísimo eslabón. Pero si lo hago bien, estoy contribuyendo al conjunto.

Creo en la frase de Borges, “El Patriotismo es la Menos Perspicaz de las Pasiones”. Creer que México es el mejor país del mundo porque YO nací en él. Lo raro es que los búlgaros no se den cuenta de que México es lo máximo y piensen en cambio que Bulgaria es un gran país…

Al final, si hacemos lo que nos toca, dentro de la ley, el “amar a México” no es dañino pero sí irrelevante. Puede ser pernicioso cuando dejamos de hacer lo nuestro para quedarnos en utopías, pensamientos bonitos, pero sin sustento en la realidad.

Tratemos de influir en los gobernantes, políticos, legisladores. De que ellos hagan lo que les toca con honestidad depende una parte del progreso de México. Pero la mayor parte depende de cada uno de nosotros, desde nuestra trinchera. No debe ser motivo de pena decir “yo tengo mi negocio porque quiero hacerme multimillonario y comprar un Ferrari”. Si lo haces de forma honesta, crearás empleos, darás productos y servicios, pagarás impuestos, y harás muy feliz al vendedor de la agencia de Ferrari. De ese “egoísta” modo harás más que un maestro que no da clases porque, “en beneficio de todos”, protesta contra la Reforma Energética o el IVA al Dog Chow.

Desde luego se puede protestar, tratar de influir, expresar opiniones, manifestarse. Pero sin olvidar que nuestro principal aporte es hacer lo que nos toca.

Ya si lo hacen “con mucho amor a México” o con “poquito amor a México” sale, en mi opinión, sobrando.

Ordinary World (06.10.2014)

Ordinary World (06.10.2014)

Parecía un chiste cruel del destino. A solo una semana de estar viviendo en nuestro nuevo hogar, nos enteramos de que el ayuntamiento iba a arreglar las calles que delimitaban nuestra manzana.

De inmediato vinieron a nuestra mente historias de terror, especialmente las que Tuxtla Gutiérrez sigue padeciendo. Pero también el pésimo trabajo de la Línea 12, la T2 del AICM a la que sigo sin encontrarle los 800 millones de dólares que se gastaron, las “obras” para los Centroamericanos de Veracruz y tantos fiascos más.

Pero algunas cosas parecían indicar que esta vez iba a ser distinto. Primero vimos avisos pegados en cada puerta, con las calles que iban a arreglar, los días que iban a tardar en cada calle y las rutas alternas. Por si no lo habíamos visto, esa misma información nos llegó por correo postal. Incluía páginas WEB para poder seguir el proceso. Otra cosa que notamos es que las rutas y paradas temporales de transporte público estaban perfectamente señaladas en amarillo. En las paradas originales se encontraba esa misma información, al igual que dentro de los autobuses y hasta en la app para celular

Y sí: cumpliendo con el cliché, los empleados de la construcción terminaron en tiempo, forma y calidad el remozamiento de las calles, con muchísima información, adecuada planeación y minimizando las molestias.

Algo que me llamó mucho la atención, y sobre lo que ya había escrito: ninguno de los que repararon las calles era un superingeniero. La maquinaria que usaban no parecía tan diferente de que se usa en México. No había drones dirigiendo, ni el asfalto parecía tan diferente (excepto en el caso de Tuxtla, en donde de un tiempo a la fecha siempre compran del asfalto con baches).

En México se tiene la idea de que un buen maestro es el de origen muy humilde, que camina 14 kilómetros y cruza tres ríos con cocodrilos para llegar a su escuela sin luz. Las películas tan melodramáticas han hecho que varios crean que es necesario ser heroico para hacer bien un trabajo. Yo siempre creí que no, y ahora esa creencia se ha reforzado. En este país donde las cosas tienden a funcionar bien no parece haber reparadores de calles biónicos ni maestras más abnegadas que Sara Garcia. Lo que veo es gente que hace bien lo que se supone que debe hacer. Y nada más.

¿Por qué en México parece toda una epopeya arreglar una pinche calle? Los errores que cometen son de sentido común. Creo que con tener secundaria trunca basta para empatar tipos de vía con tipos de trenes del metro. No hay que ser Hawking para percatarse que no es buena idea cerrar todas las calles a la vez. Los Institutos de Comunicación Social saben hacer excelentes boletines de notas intrascendentes, y tienen a muchos chavos monitoreando redes sociales con motivos políticos. Herramientas y capital humano hay de sobra para informar qué se debe hacer, qué alternativas hay, cuánto van a tardar y otros datos tan básicos que no requieren de mayor ciencia.

Parecía broma cruel del destino. Pero gente ordinaria con maquinaria ordinaria y materiales ordinarios hicieron su trabajo, ni más ni menos. Otras personas se encargaron de la comunicación, otros se aseguraron de que hubiera rutas alternas y al final, mediante el muy sencillo y básico procedimiento de hacer lo que a cada quien le toca, las calles quedaron arregladas en tiempo y forma. México puede aprender mucho de esa lección que debería ser obvia.

¡A tirar pedradas!

¡A tirar pedradas!

En una más de sus estúpidas declaraciones, EPN lanzó una perla de sabiduría que viene a complementar y dar sentido a la previa acerca de “la corrupción es cultural”.

Me refiero, desde luego, a la muy desafortunada frase sobre la primera piedra. EPN de cuerpo completo. La corrupción somos todos. “Si alguien alguna vez se ha pasado un alto, entonces nadie puede señalar a Javier Duarte por desviar decenas de miles de millones de pesos”. “Si alguien ha usado la pluma de la oficina para anotar un recado personal, entonces no tiene nada de malo que me beneficie de mi compadre, el contratista al que he hecho multimillonario”.

Hay quien le da la razón a EPN, lo que es un excelente retrato de su manera de pensar. Existen suficientes columnistas a sueldo del gobierno, y legiones de peñabots que justifican cualquier cosa.

Yo no voy a entrar en el debate de si se necesita ser un modelo de perfección humana antes de reclamarle a los gobernantes que se comprometieron a guardar las leyes a, pues eso, guardarlas (pero no hasta el fondo del archivo muerto, como el muy cultural EPN propone). Me queda claro que no. El que tiene un cargo público tiene una mayor responsabilidad que el que nunca lo ha tenido. Pero la declaración de EPN deja de todos modos abierta la puerta a muchas otras personas.

Hagamos algunas cuentas: cada año hay alrededor de 2,300,000 nacimientos en México. En este sexenio entonces nacerán más o menos 13,800,000 lapidad… perdón, niños. Tal vez hasta los priistas más recalcitrantes estarán de acuerdo que un niño de menos de doce años difícilmente puede ser acusado de ser un Corrupto Marca HIGA. Entonces si sumamos los niños nacidos a lo largo de dos sexenios, ya estamos hablando de 27,600,000 mexicanitos.

Estamos hablando de sus hijos, sobrinos o nietos, estimados lectores. Y de los míos. Batallones completos de niños que podrían agarrar a pedradas a EPN dado que no los pueden acusar de mucho más que de comerse un chocolate extra en casa de los abuelos o de decir que ya hicieron la tarea que yace sepultada en su mochila.

¿Qué actitud tendrán esos niños sobre la corrupción? En primera instancia, la que sus padres les enseñemos. No soy sicólogo pero sí les puedo asegurar que el Estilo EPN de Concientizar sobre la Honestidad, que se basa en decir que es algo cultural y que nadie puede quejarse de la corrupción porque todos somos corruptos, no es el mejor método para formar a los mexicanos del mañana.

En mi opinión, repetirle a los niños hasta el cansancio que la corrupción está mal es mejor estrategia que decirles que así ha sido, así es y así será. Además desde luego de formar con el ejemplo cuando nos toca realizar un trámite burocrático. Al final nuestros hijos terminarán formándose su propio criterio, pero yo como papá tengo la misión de repetirles hasta que se harten y muevan sus ojitos hacia arriba que robar está mal, abusar de la confianza de los demás está mal, tomar para uso personal lo que es de todos está mal, comprometerse a algo y no cumplirlo está mal. Yo no aceptaría hoy que alguno de mis hijos me dijera “es que todos roban, robemos también”.

Los niños son entonces excelentes candidatos para agarrar a pedradas a toda nuestra clase política, encabezada por EPN. En particular los míos están a miles de kilómetros de México, en parte por las, llamémosle, “ideas” del presidente. Los que somos padres notamos que desde corta edad los niños entienden de conceptos de justicia. No, no son perfectos y quieren el juguete más grande y unos minutos adicionales de videojuegos. Pero incluso cuando se los haces notar sueles percibir su incomodidad. Saben que algo no hicieron bien.

Si ellos, con edades de un dígito y sin acceso al erario se dan cuenta, no podemos pedir menos a nuestros gobernantes, empezando por el presidente.