Parecía un chiste cruel del destino. A solo una semana de estar viviendo en nuestro nuevo hogar, nos enteramos de que el ayuntamiento iba a arreglar las calles que delimitaban nuestra manzana.
De inmediato vinieron a nuestra mente historias de terror, especialmente las que Tuxtla Gutiérrez sigue padeciendo. Pero también el pésimo trabajo de la Línea 12, la T2 del AICM a la que sigo sin encontrarle los 800 millones de dólares que se gastaron, las “obras” para los Centroamericanos de Veracruz y tantos fiascos más.
Pero algunas cosas parecían indicar que esta vez iba a ser distinto. Primero vimos avisos pegados en cada puerta, con las calles que iban a arreglar, los días que iban a tardar en cada calle y las rutas alternas. Por si no lo habíamos visto, esa misma información nos llegó por correo postal. Incluía páginas WEB para poder seguir el proceso. Otra cosa que notamos es que las rutas y paradas temporales de transporte público estaban perfectamente señaladas en amarillo. En las paradas originales se encontraba esa misma información, al igual que dentro de los autobuses y hasta en la app para celular
Y sí: cumpliendo con el cliché, los empleados de la construcción terminaron en tiempo, forma y calidad el remozamiento de las calles, con muchísima información, adecuada planeación y minimizando las molestias.
Algo que me llamó mucho la atención, y sobre lo que ya había escrito: ninguno de los que repararon las calles era un superingeniero. La maquinaria que usaban no parecía tan diferente de que se usa en México. No había drones dirigiendo, ni el asfalto parecía tan diferente (excepto en el caso de Tuxtla, en donde de un tiempo a la fecha siempre compran del asfalto con baches).
En México se tiene la idea de que un buen maestro es el de origen muy humilde, que camina 14 kilómetros y cruza tres ríos con cocodrilos para llegar a su escuela sin luz. Las películas tan melodramáticas han hecho que varios crean que es necesario ser heroico para hacer bien un trabajo. Yo siempre creí que no, y ahora esa creencia se ha reforzado. En este país donde las cosas tienden a funcionar bien no parece haber reparadores de calles biónicos ni maestras más abnegadas que Sara Garcia. Lo que veo es gente que hace bien lo que se supone que debe hacer. Y nada más.
¿Por qué en México parece toda una epopeya arreglar una pinche calle? Los errores que cometen son de sentido común. Creo que con tener secundaria trunca basta para empatar tipos de vía con tipos de trenes del metro. No hay que ser Hawking para percatarse que no es buena idea cerrar todas las calles a la vez. Los Institutos de Comunicación Social saben hacer excelentes boletines de notas intrascendentes, y tienen a muchos chavos monitoreando redes sociales con motivos políticos. Herramientas y capital humano hay de sobra para informar qué se debe hacer, qué alternativas hay, cuánto van a tardar y otros datos tan básicos que no requieren de mayor ciencia.
Parecía broma cruel del destino. Pero gente ordinaria con maquinaria ordinaria y materiales ordinarios hicieron su trabajo, ni más ni menos. Otras personas se encargaron de la comunicación, otros se aseguraron de que hubiera rutas alternas y al final, mediante el muy sencillo y básico procedimiento de hacer lo que a cada quien le toca, las calles quedaron arregladas en tiempo y forma. México puede aprender mucho de esa lección que debería ser obvia.