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“Y se hizo la luz”, o del populismo irresponsable

by | Oct 10, 2016

Una noticia me llamó la atención hace un par de meses: el único pueblo en Suiza que no tenía luz eléctrica en sus calles (Surrein, cerca de donde vivía Heidi), por fin había votado a favor de iluminarse.

Cuatro veces el pueblo votó en contra de que les pusieran electricidad. Como mexicano, enterarme que cuatro veces se les consultó y las cuatro se negaron por supuesto que se me hizo extraño. Indagando un poco más en el tema, salió el peine: aparte de dos o tres pretextos no muy sustanciosos, se encontraba el quid del asunto: hay que pagar por el alumbrado público.

Haber votado antes por tener calles iluminadas implicaba pagar el recibo de la energía eléctrica. Entonces los electores sabían que tendrían que pagar más impuestos, o que algún gasto que la comunidad realizaba debía eliminarse para usar esos recursos en pagar la luz. Los votantes de ese muy pequeño pueblo rural en la punta de un alpe (250 habitantes, casi todos sin estudios universitarios) entienden claramente cómo funcionan las cosas: los servicios públicos cuestan. De entrada suena maravilloso tener servicios ilimitados, y si además te permiten votar para conseguirlos pues más. Ya lo dijo el filósofo Schopenhauer, “Si te dan, agarra. Si te quitan, chilla”.

Pero las cosas no funcionan así. Las cosas cuestan. Y los electores suizos lo saben. Hay una larga historia de votaciones populares para garantizar derechos que fueron rechazados por los efectos perniciosos que se generarían para la comunidad. Algunos temas que se han sometido a referéndum en Suiza y han sido derrotadas, en muchos casos abrumadoramente, son:

– Garantizar el derecho al trabajo (menos del 20% votó a favor).
– Garantizar el pleno empleo (ni siquiera llegó al 15%).
– Reducir la jornada laboral.
– Seis semanas de vacaciones para todos.
– Salario mínimo

Y, muy recientemente, la que le daba a todos los residentes en Suiza, adultos y niños, trabajaran o no, simplemente por estar aquí legalmente, un salario básico incondicional. En junio de este año, ni siquiera uno de cada cuatro votantes creyó que era buena idea.

El tema de la democracia directa está muy presente en las noticias. Los resultados del BREXIT y del Acuerdo de Paz en Colombia, ninguno de los cuales estaba obligado a ser consultado a todos los votantes, sorprendieron a propios y a extraños, y la mayor parte de los analistas se manifestó en contra de dichos ejercicios. “Para eso elegimos a supuestos profesionales, para que ellos tomen las decisiones difíciles”, “‘¿cómo vas a consultar al pueblo ignorante sobre temas que no tiene idea?”, “la gente estará a la merced de la demagogia”. Tal vez en algunos casos sea cierto, pero aquel pueblito alpino con el que empecé estas líneas demuestra que no es imposible, dando la información adecuada, involucrar a la gente en asuntos que le competen directamente.

Esta larguísima perorata, en caso de que alguien todavía me siga leyendo aparte de mi esposa, viene a cuento porque me preocupa el bodrio de constitución que están planeando para la CDMX. Aquí no se está dejando el proceso a la votación popular, sino que hay un grupo de 100 constituyentes. Cuarenta fueron designados, por lo que uno podría decir que hay expertos. Sesenta fueron votados por el esquema de listas, donde cada partido proponía, en orden, a las personas que consideraba más calificadas para el cargo y se repartían proporcionalmente al número de votos. Democracia indirecta, que sin embargo no impidió que un Bichir llegara a ser constituyente, solo para pedir licencia porque descubrió más bien que en realidad lo suyo, lo suyo, es ser actor.

Estos 100 notables no están partiendo desde cero, sino que una comisión (nuevamente, integrada por supuestos expertos) redactó un proyecto sobre el que los constituyentes deben trabajar.
¿Y qué nos encontramos en la propuesta de constitución de la CDMX? Populismo con consecuencias potencialmente devastadoras.

Podrían pasar por chuscos temas como el del “derecho a una sexualidad plena”, y ya veremos cómo maneja la corte la queja de una ciudadana que exija que se le cumpla su derecho, y que para ella la sexualidad plena nada más puede darse con Brad Pitt. Pero el tufo de populismo estatizante, reiterando políticas (como las rentas congeladas) que han fallado miserablemente a lo largo de geografías e historias, está sembrando bombas de tiempo que los grupos que alegremente han medrado recursos gubernamentales estarán muy ávidos de explotar.

Al final, votaron con más sensatez los pastores de cabras del pueblo suizo al evaluar pros y contras de la propuesta que se les hacía que los “expertos” que realizaron el proyecto de constitución de la CDMX. Es difícil pensar que una mayoría de los constituyentes salga a decir “creo que hay que defender claramente la propiedad privada y eliminar derechos que suenan muy bonitos pero que no están en las manos (ni en el presupuesto) del gobierno cumplir”.

Una constitución no es una lista de buenos deseos. Una constitución no es un conjunto interminable de derechos que le hacen guiños a los grupos de presión (ambulantes, asambleas de barrios) que más ruido hacen. Una constitución no debe abrir el camino para cascadas de procesos judiciales porque desde el día uno será imposible cubrirlos todos. Una constitución debe tomar en cuenta que los derechos tienen costos y que mientras los biólogos descubren al árbol que da dinero, pues serán los ciudadanos los que deben pagar por ello. Si las sociedades que más han progresado son las democracias liberales, una constitución debería tomar como referencia las leyes de esos países, no las de populismos caudillistas.

Es muy probable que no haya que alarmarse. Que el bodrio de constitución no tendrá consecuencias tan negativas porque nacerá siendo letra muerta por inaplicable. Pero la puerta estará abierta para que los que puedan presionar pública y judicialmente se aprovechen de los demás.

Al final no se trata de democracia directa vs. democracia representativa. Hay experiencias buenas y malas en ambos casos. Al final es un tema de responsabilidad contra demagogia.

Y hasta ahora el pueblito suizo en vías de iluminación va por el lado correcto, mientras que los constituyentes están fracasando.