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Teorema de la Conservación de la Indignación Tuitera

by | Mar 21, 2017

La historia es conocida y ya dio para varios memes: la priista (no es insulto, ella misma se autodenomina así) Tania Larios criticó que en un hotel de la CDMX aceptaran como huéspedes a dos personas con chamarras que decían “Mexico is the shit”, que ella creía que era un comentario insultante.

No entremos ahora en el tema de si un hotel puede negarle sus servicios a alguien por un estampado en su ropa. Me suena en lo personal un poco extremo incluso si esa frase efectivamente tuviera connotación negativa hacia nuestro país. Me interesa más ahora la reacción que tuvo Tania cuando le explicaron que en realidad la frase era elogiosa, algo del estilo de “México es chingón”. Todos cometemos errores (bueno, AMLO parece que no, pero los humanos sí que los cometemos) y no pasa mucho si alguien dice “me equivoqué, no conocía el significado de esa frase” o, simplemente, borra el tuit y a otra cosa.

Pero no. Tania redobló el ataque porque estaba tan a gusto estando indignada que ahora nadie le iba a quitar ese gusto. Y como ya había elegido de qué indignarse, pues ni modo de variarle a, por ejemplo, cualquiera de los miles de ejemplos de insultos reales a nuestro país. No. Esa foto fue la elegida para indignarse y con esa foto se quedó. “Digan lo que digan, el nombre de México no debe de relacionarse con ningún slang”, sentenció.

¿Por qué si el problema era el slang ella no lo mencionó desde el principio? Su primer tuit hablaba específicamente de un insulto, no del uso del lenguaje callejero gringo al que no le dedicó ni una mención. Y cuando la gente le señaló su ignorancia, pues a cambiar de enfoque pero no de objetivo. La indignación del tuitero no se crea ni se destruye, solamente se transforma. Si el uso de slang le desagrada a Tania, ¿por qué no se enfoca, digamos, en el omnipresente “Viva México, cabrones”?

Todo podría quedar como anécdota de una tuitera con ínfulas de fama y nacionalismo ramplón. Lo bueno es que esas cosas nada más le pasan a “priistas internacionalistas”, ¿no?

Pues no. El discreto encanto de la indignación (esa frase la debió acuñar Buñuel) se extiende como plaga egipcia. Lo que le pasó a Tania le pasó a millones de personas, más o menos los mismos días, con el caso del “misógino” profesor de la prepa de la UdeG. Tras poner un fragmento del video de una clase, sin averiguar nada más, las legiones de los indignados se lanzaron a pedir la sangre y los huesos machacados del profesor. El argumento era uno y solo uno: no se puede permitir que un profesor de preparatoria denigre a las mujeres. ¿Cómo no indignarse?

Pero al día siguiente todo cambió. Resulta que lo que se subió a redes era una parte completamente descontextualizada de una clase que era, precisamente, contra el machismo. Y ya con esas evidencias, como mencioné, todo cambió, ¿verdad? Pues no. El Teorema de la Conservación de la Indignación entró en funciones. “Pues de todos modos que lo corran, por el lenguaje que usó”. ¿Les suena conocido? El Síndrome Tania Larios en acción. La gente que nunca mencionó las groserías sino la misoginia, en vez de disculparse o borrar, pues redoblan el paso.

Creo que se puede discutir si el lenguaje que el maestro usó fue adecuado o no. Yo creo que sí. Se me hace más fácil crear conciencia tanto en varones como en mujeres si los enfrentas con un “si no sabes hacer nada, pendeja, al menos abre las patas” que con un “amada mía, me gusta que formemos una pareja tradicional y seas ama de casa. ¿Qué te parece si tenemos débito carnal consensuado?”. Yo creo que el lenguaje del profesor funciona muy bien para que sus alumnas digan “yo no quiero ser tratada así, y tener una profesión me ayuda a ser independiente para no necesitar caer con un patán”. Yo creo que el lenguaje del profesor funciona muy bien para que sus alumnos digan “qué asco, yo no quiero ser así y tratar a mi esposa de esa manera”. Entiendo que habrá gente que considere que ese lenguaje es de todos modos inadecuado. Pero casi nadie se quejó al principio del lenguaje. Se quejaron de la misoginia. Y cuando la causal de misoginia desapareció, en vez de buscar los millones de casos reales mejor aplicaron el tanialariazo y se quedaron con su villano original.

¿Tan difícil es “me equivoqué”? ¿Tan difícil es borrar? ¿Tan difícil es, simplemente, dejarlo ir y no mencionar más al respecto? Pues parece que sí. Desde luego que hubo mucha gente que reconoció que llegó a conclusiones sin tener la película completa. Pero no fue tan pequeño el sector que adoptó las enseñanzas de José Alfredo con su “no tengo trono ni reina, ni nadie que me comprenda, pero sigo siendo el rey”.

Muchos usuarios de redes sociales no tuvieron insultos a México impresos en una chamarra ni tuvieron a un profesor tapatío misógino. No importa. Siguen estando indignados.