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¿Y qué culpa tengo yo?

by | Nov 5, 2019

Imaginen que un grupo de nueve amigos se reúne para planear unas vacaciones. Se propondrán diferentes alternativas, se votará, y los nueve irán a donde vote la mayoría.

Los amigos empiezan a comentar opciones: Cancún, Las Vegas, París, San Miguel de Allende, la esfera solar de la Feria Mundial de Knoxville, y demás lugares.

De repente uno de los amigos propone Siria. Varios de los otros se alarman ante esta proposición. ¿Siria? ¿Con su guerra civil, el gobierno que usa armas químicas contra sus opositores, donde ISIS controlaba buena parte de su territorio, donde están metidos los rusos y los gringos, donde los turcos se meten a tratar de matar kurdos? ¿A ese Siria quiere ir alguien?

Total, que siguen platicando opciones. A los que les gusta la playa no quieren ir a San Miguel de Allende, y a los que no les gustan los casinos dudan sobre la opción de Las Vegas. Pero al final a la mayoría le une la misma idea: mejor  ir a cualquier lado que a Siria.

Llega el día de las elecciones y pues… ¡gana Siria! Entonces seis de los nueve dicen “no puede ser, esto es una pesadilla”. Del otro lado de la mesa, tres personas sonríen y celebran. ¿Pues qué pasó?

Pasó que el resultado final de la elección fue de este modo: tres personas no votaron. Dejaron su destino vacacional a los demás. Otros tres sí votaron: uno por Cancún, otro por San Miguel de Allende y otro por el sur de Dakota del Norte. Pero tres personas tal vez por curiosidad, tal vez por convencimiento, tal vez porque no les gustaba Cancún ni San Miguel de Allende porque habían tenido pésimas experiencias ahí, tal vez por ir a lugares nuevos, tal vez porque les dijeron que todo lo que pasaba en Siria en realidad eran “fake news”, en fin, por lo que ustedes quieran, esas tres personas votaron por Siria. Y Siria ganó.

Empiezan el camino a Siria y lo que se encuentran pues es un desastre. No pueden dormir por las bombas, no hay en muchos lugares servicios básicos, está prohibido consumir alcohol, las mujeres no pueden salir solas a la calle… total, que los seis que no votaron por Siria están muy molestos y preocupados.

“Estas vacaciones son un desastre”, dice uno de los seis. “¡En lo que nos metieron los tres que votaron por Siria!”. Pero esos tres votantes no entendían la idea de “culpa” o “remordimiento”. Ellos votaron por Siria porque Siria querían.

De repente uno de los seis se voltea con los otros cinco y reflexiona (tenían mucho tiempo libre para reflexionar parapetados en las habitaciones del hotel mientras en la calle había tanques y ataques con metralletas): “oigan, ¿y si esto en realidad es culpa de nosotros seis?”.

“¿Y qué culpa tengo yo?”, responde uno*. “Yo voté por Cancún, que tendrá problemas de sargazo y está infestado de narcos pero definitivamente se está menos peor que aquí”. “Sí”, dice otro. “Yo no quería Siria, de hecho no voté por nada. ¿Cómo puede ser mi culpa?”.

Entonces el reflexionador les dice “pero nosotros somos seis, y estábamos de acuerdo en que Siria era la peor opción. Bastaba con que cuatro de los seis nos pusiéramos de acuerdo en cualquier otro lugar, aunque fuera el municipio vecino, para evitar Siria. Pero cada quien jaló para su lado, tres ni siquiera se animaron a votar como si abstenerse de hacerlo te eximiera de las consecuencias de la votación, y los otros tres se empecinaron en votar por su opción favorita sin entender las consecuencias. ¿Cómo culpar a tres del grupo de lo que los otros seis por mensos y desorganizados no conseguimos?”.

Pues bien, eso es lo que pasó el 1 de julio de 2018. Cerrando números, 30 millones votaron por AMLO, y 60 millones no nos pusimos de acuerdo para votar por una alternativa. Ahí está la consecuencia de que 30 millones de personas no hayan tenido una hora de su domingo para ir a votar a una casilla cercana a su casa. Ahí está la consecuencia de que los otros 30 millones que sí votaron no lo hayan hecho masivamente por la opción que iba en segundo lugar.

Desde luego que influyó la duda que gente cercana al PRI hizo hacia la parte final de la campaña con esas encuestas extremadamente patito de firmas de las que nadie había escuchado nada ni ha vuelto a escuchar después. Desde luego que influyó que muchas personas que dijeron que iban a votar por el segundo lugar, el que fuera, terminaron cambiando el mismo día de opinión porque les caía mejor Meade que Anaya (ustedes saben quiénes son, y le regalaron a AMLO más diputados y senadores de los que le pudieron haber tocado).

Pero ahora que muchos de los que no votaron por AMLO opinan que el país va por mal camino, sigue esa idea en mente, que veo en redes sociales muy frecuentemente: “la culpa de que esté pasando esto en el país es de los 30 millones”.

No, señores. Si esos 30 millones derrotaron a 60 millones, la culpa es de los 60 millones. Lo más rápido que lo entendamos, lo más fácil que vamos a salir de esto. Mucha gente se consuela con que en varias mediciones la popularidad de AMLO vaya bajando (aunque sigue muy alta). Pero vamos a pensar que baje al 40%. Si ese 40% sale a votar por él, y el otro 60% se divide entre tres candidatos, abstención y voto nulo, pues con el 40% tienen suficiente para seguir ganando.

Si no votaste por AMLO, y crees que por lo tanto no tienes culpa de nada, por favor recuerda la historia de los 9 amigos atrapados en el hotel bombardeado de Siria que platiqué al inicio. No, no es fácil que 60 millones se pongan de acuerdo en algo. Pero si por las razones que gusten vas a tener en tu grupo de amigos a 3 que sigan votando por ir de vacaciones a Siria, más le vale a los 6 restantes empezar a ponerse de acuerdo si no en la opción ideal, sí al menos en una menos peor.

*El que respondió eso se llama Chayanne, me dijeron. No entendí.