ZAPATA VIVE / LA LUCHA (DE CLASES) SIGUE
Voy a contar una historia reciente que los jarochos conocen bien: hace diez días, en el Fraccionamiento Costa de Oro, uno de los más caros de Boca del Río, fue secuestrado adentro de su propia casa un niño de siete años [pausa para que inserte aquí sus mentadas y muestras de repudio ante un gobierno que no ha sabido cumplir con su función más elemental]. No es desde luego el primer caso de inseguridad en la ciudad o en el estado. Ni siquiera dentro de ese fraccionamiento, que tiene ya un par de historias relacionadas con la delincuencia. Pero para muchos fue la gota que derramó el vaso. Se decidió hacer una marcha, el viernes de la semana pasada, por la tarde. No puedo decir que toda la gente se volcó a las calles pero fue una muestra ciudadana de repudio ante el secuestro de, repito, un niño.
¿A qué nos enfrentamos el día siguiente? A periódicos locales con encabezados y textos burlones. “Los ricos también lloran”, “ni caminaron tanto”, “al final de la marcha se subieron a sus camionetotas”, “las señoras llevaban sus sombrillas para no asolearse”. ¿¿¿Y??? ¿Si el niño es de una familia de lana se justifica que lo secuestren? ¿A partir de cuántos salarios mínimos de ingreso se deja de ser “pueblo” para ser “burguesía oligarca” y entonces ya no podemos manifestarnos? Por favor, señores de la prensa patrocinada por el gobierno, recuerden: E R A U N N I Ñ O.
Quienes viven en la Ciudad de México seguramente ya encontraron un paralelismo: hace diez años pasaron por lo mismo. Marcharon en silencio vestidos de blanco, y el Jefe de Gobierno del Distrito Federal minimizó el hecho al decir que fue una “marcha de pirrurris”. AMLO, que hizo su carrera a base de manifestaciones, criticando cuando lo hacen “los unos cuantos”. La petición en aquel entonces de parte de la sociedad chilanga era la misma: SEGURIDAD. No pedían que se eliminara PROCAMPO ni que subsidiaran los Mercedes Benz. No pedían exención de impuestos ni que nos anexáramos a Texas. No. Querían no ser asaltados, secuestrados, mutilados. Pero para AMLO su marcha no valió: muchos eran ricos, güeritos.
Ahí está el germen de la lucha de clases que la “lógica” de ciertos grupos de la izquierda quiere imponer. Uso las comillas porque el tema no tiene sentido. ¿En qué beneficia a Carlos Slim que una familia tarahumara se esté muriendo de hambre? ¿En qué beneficia a Wal*Mart que decenas de millones de personas no puedan consumir en sus tiendas? ¿No sería más feliz el dueño de una agencia de automóviles si más gente tuviera un buen empleo? ¿No estarían mejor los resultados financieros de los bancos si tuvieran 20 millones de ahorradores y 4 millones de empresas con crédito adicionales? Pues claro que sí. Al gobierno del PRI le puede convenir (ha dado muestra a lo largo de décadas) que la gente tenga un nivel bajo de educación e ingresos porque es más fácil de controlar mediante manipulación y dádivas. Pero a un empresario no. Los empresarios quieren un país en crecimiento y mucha gente con buenos sueldos. No por damas de la caridad, sino porque les conviene. Ah, y de paso también quieren seguridad. Para sus familias y propiedades. Y sí, también para el resto de los ciudadanos. A casi ningún empresario le va bien cuando la gente deja de salir a la calle o consumir por miedo a ser víctima de la delincuencia.
Los más pobres pueden ser un gran botín electoral, pero como clientes no funcionan mucho. PORQUE SON MUY POBRES. ¿No captarán eso los individuos que como AMLO, Epigmenio, Jalife o Fernández Noroña se la pasan sembrando el odio sin sentido? El pésimo arranque del sexenio de EPN ha afectado más a los más pobres, desde luego. Pero a la clase alta tampoco le está yendo muy bien. Sus empresas no están creciendo mucho. Tienen que pagar más impuestos a cambio de nada, ni para ellos ni para la clase baja. Y eso no es bueno: el clima económico y fiscal está haciendo que los empresarios generen menos empleos. Y eso afecta a los que quieren una oportunidad laboral para tener un ingreso. Olviden la lucha de clases: a la clase alta, media y baja les conviene una economía próspera, generadora de empleos y por tanto de nuevos clientes potenciales, que a su vez harán crecer los negocios que necesitarán entonces más empleados. Un círculo virtuoso que no es de cuento de hadas: se ha dado en muchos países.
El enemigo del que gana más no es el que gana menos. El enemigo del que gana menos no es el que gana más. En México, el enemigo de ambos es el gobierno. Ese gobierno que ha fallado en la más elemental de sus funciones: brindar seguridad.