Los que fuimos niños en el milenio pasado soñábamos con crecer para convertirnos en nuestros héroes. Dependía desde luego de géneros, gustos e influencias, pero muchos niños de mi generación admirábamos a futbolistas, beisbolistas, Luke Skywalker, Supermán, algún rockero de Van Halen o Def Leppard o ya de plano para los más politizados, al dirigente de la ONU.
Algunos tuvimos la fortuna de conocer a nuestros ídolos personalmente y tener un autógrafo (para los millennials: un autógrafo es como una selfie del Siglo XX) de ellos. En mi caso Miguel Marín fue ese superhéroe real. Eran las épocas de Cabinho y Hugo Sánchez y Fernando Valenzuela y Joe Montana.
Nuestros padres nos decian lo difícil que había sido para nuestros héroes llegar a su éxito. Años de entrenamiento duro, paciencia en divisiones inferiores, golpes, gimnasio, fracasos, sudor. No era sencillo llegar a esas alturas. Había que tener más talento que los demás con el ovoide, la guitarra, la espada láser, los chacos, la manopla, la batería… si nosotros nos lo proponíamos y trabajábamos duro lo podríamos lograr. Y entonces nos metian a clases de fut y de guitarra y practicábamos para mejorar. Pasando los años, ya en la adolescencia, quienes se habían esforzado más podían ya pensar en jugar futbol en la selección de la prepa o formar un grupo y tocar en los bares cerca de la universidad. Yo, debido a mi nulo talento musical me quedé chiflando en la loma, y dado que como futbolista no la iba a hacer mejor me fui a la banca.
Esos role models no eran perfectos, desde luego. Maradona no pasaba un antidoping, Saúl Hernández y Cerati también eran metodistas, Luke Skywalker tenía cara de menso e Indiana Jones tenía que comer sopa de ojos. John McEnroe no tenía muy dulce el carácter. Pero destacaban en sus campos. Hacían cosas. Dejaban huella. Si querías ser como ellos debías combinar esfuerzo y talento.
Esos tiempos ya se han ido.
Una adolescente muy popular en sectores urbanos es La Mars. Su carta de presentación fue hacer un video diciendo que ya no iba a estudiar porque tenemos un pinche sistema pendejo retrógrada. Y su segundo acto fue aspirar un condón y sacarlo por la boca. No ganó en Wimbledon como Steffi Graf, no fue primera ministra en el Reino Unido como Margaret Thatcher, no tiene el carisma de Ilse, no se subió a un transbordador espacial como Christa McAuliffe. No. Se volvió famosa porque hizo el Reto del Condón.
Una adolescente muy popular en sectores rurales es Ruby. Ella tampoco ha destacado por ser académicamente brillante ni por tener la tenacidad de lograr sus objetivos. No. El motivo de su fama es que su papá la usó para montar un espectáculo. En ese espectáculo ella era lo menos importante y hubo hasta una tragedia humana. Pero da igual: es famosa y su papá la sigue explotando y para ser famosa no necesitó talento alguno.
¿Esos son los role models con los que crecerán las generaciones actuales? ¿No hay que entrenar deportes ni programar aplicaciones sino hacer cosas tontas en línea y aprovechar la fama para hacer dinero mercadéandose como “influencer”? Por supuesto sigue habiendo mucha gente a la que vale la pena tener como referente. Pero se está abaratando el tema.
Desde luego lo anterior no es culpa de La Mars ni de Rubí. Ellas simplemente capitalizan una tendencia peligrosa: la de volver famosa a gente estúpida. Esa tendencia ya llevó a cierto país a elegir a cierto presidente naranja. No es menor el asunto.
Muchos de los que a fines del milenio pasado fuimos niños somos ahora padres de familia. No tenemos que aislar a nuestros hijos del entretenimiento actual y ponerlos a ver Capulina. Yo no lo haré con mis hijos porque a ese señor ni dos minutos lo aguanto.
Pero cuando veo el nivel de viralidad que alcanza el video de una adolescente que aspira condones o el de una quinceañera que invita a su fiesta urbi et orbi, me queda claro que hay mercado. ¿Estarán los papás detrás de esos niños hablándoles de esfuerzo, de práctica, de estudios, de disciplina? ¿O están dejando que La Mars les enseñe el camino?
La tentación para estas generaciones es muy alta. Ganar cuatro supertazones es muy complicado. Pero ganar fama siendo #LadyWhatever o #LordLoQueSea es muy fácil.