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Otro Mundo es Posible (dentro del liberalismo) [28.4.2014]

by | Abr 28, 2017

Otro Mundo es Posible (dentro del liberalismo).

Ningún país ha logrado mejorar sosteniblemente la calidad de vida de su población con recetas diferentes a las que en términos generales podemos llamar “liberales”. Es decir, en las que la mayor parte de los bienes y servicios son producidos, comprados y vendidos por personas físicas y morales, a precios acordados entre dichas personas (oferta y demanda, libre mercado, como le quieran llamar).

Desde luego, todos los países tienen un gobierno más o menos metiche, que se encarga (en teoría) de recaudar impuestos para gastarlos en bienes públicos, infraestructura y lo que podemos englobar en “estado de derecho”. Los gobiernos de todos los países, sin excepción, han intentado meterse más allá de lo que les toca, usualmente con resultados que van de malos (distorsiones de mercado) a desastrosos (destrucción de la economía del país). En México sabemos bastante al respecto.

En los países en donde una gran parte de los productos no son hechos ni vendidos por particulares, y donde los precios de las cosas son puestos por el gobierno, el resultado para el conjunto de la población ha sido particularmente malo.

Hace un par de semanas leí en mi smartphone (fabricado por una empresa global con fines de lucro), gracias a mi plan de datos (ofrecido por una empresa global con fines de lucro) un comentario escrito en una red social llamada Twitter (hecha por una empresa con fines de lucro) en donde alguien comentaba que “otro mundo es posible”, y que no todo tenía que ser con fines de lucro. Tras la sonrisa inicial al imaginarme a la persona escribiendo contra el lucro mientras ayudaba a Telcel, Movistar, Twitter, Samsung, Apple y otras empresas a ganar dinero, decidí escribir estas líneas.

Los globalifóbicos (aunque les gusta llamarse “altermundistas”) han encontrado en las redes sociales interconectadas globalmente un enorme foro de expresión.

Dejando de lado a los que defienden regímenes como los de la URSS, Cuba, Corea del Norte o Venezuela (no tiene caso ni siquiera entrar a debate), platiquemos varias de las ideas de los altermundistas.

Ellos proponen cooperativas, empresas en donde cada persona ponga su talento y la propiedad sea compartida. Proponen iniciativas llamadas genéricamente “Comercio Justo” en el que el vendedor final le compra al productor eliminando intermediarios. Hablan de rescatar el mecanismo de trueque. Hay iniciativas de préstamo o renta de autos o bicis por el tiempo que el propietario no las usa, recibir un bien a cambio de trabajo, comprar en un changarro y no en tiendas como OXXO o WalMart, comprar nada más productos locales. Varias otras ideas por el estilo se han expresado.

Señores altermundistas: temo desilusionarlos pero TODAS las alternativas mencionadas arriba SON libre mercado. Nada impide (ni debe impedir) que a partir de mañana el 100% de los mexicanos compre cosas locales en la tienda de la esquina. Eso, por cierto, haría que WalMart u OXXO quebraran en cuestión de días. Pero eso (que por cierto no ha sucedido, sino más bien lo contrario) no es algo opuesto al liberalismo.

Que alguien ponga una empresa y venda todo “al costo”, sin ganarle para no tener lucro ES libre mercado. Nuevamente, la realidad nos dice que ni siquiera los hippies con camisas del Che Guevara venden sus pulseritas al costo. Pero en el liberalismo nada impide que alguien se sacrifique por los demás.

El libre mercado no excluye ninguna de las ideas que puedan parecer soñadoras de los altermundistas. El libre mercado sí excluye locuras como monopolios gubernamentales (o privados, que son menos peores pero tampoco óptimos) para muchos sectores de la economía, o fijación artificial de precios. El caso del limón es un buen ejemplo reciente: si (como piensan algunos) un grupo de malditos hambreadores capitalistas sionistas de Wall Street coaligados con C. Montgomery Burns compraron todos los limones del país para llevar su precio a $80 el kilo, en una economía liberal abierta (lo que tristemente no tenemos en México) los ciudadanos tendríamos varias alternativas: la primera y más obvia es no comprar limón y dejar que se pudra, lo que le traería enormes pérdidas a los “acaparadores”. Otra opción sería preguntar cuánto cuesta el kilo de limón en otros países, sumarle el costo de transporte y en una de esas empezamos un negocio de importación de limón que haga que los “malos” quiebren.

En fin, no todo en la vida es lucro. Ni siquiera es lo más importante. Quien quiera renunciar a él o minimizarlo, no encontrará objeción alguna en las leyes de un país liberal. Liberal, aunque suene ocioso recordarlo, viene de “libre”.

Alguien podría pensar que si ese tipo de “altermundismo” representa un porcentaje mínimo del PIB de un país es porque en la práctica tiene sus bemoles. La gente suele hacer las cosas en base a incentivos, y el incentivo a ganar dinero como empleado, trabajador independiente o empresario es muy alto. El dinero es un mejor medio para adquirir productos y servicios que el trueque, y al final varios de los mayores benefactores de la humanidad han sido personas que han hecho mucho dinero y lo han usado para mejorar la salud, cultura, educación, nivel de vida o inclinaciones artísticas de otras personas. Bill Gates es un caso muy claro: su afán de lucro le llevó a tener una enorme cantidad de dinero que emplea, en buena parte, en ayudar a gente que no conoce vía su Fundación. Eso, desde luego, sin contar los empleos directos o indirectos que MICROSOFT genera, o a los centenares de millones de personas que, como quien esto escribe, se ha beneficiado personal y profesionalmente de sistemas operativos y programas desarrollados por MICROSOFT.

En fin. El liberalismo es el camino. El fin de lucro dentro de la ley es una de las alternativas, pero las puertas están abiertas para quien guste usar otros medios, con la única condición de seguir en un libre mercado, es decir, que no impongan (a lo Maduro) sus decisiones.

¿Qué debemos pedir en México? Un gobierno honesto (no se rían) que aplique el estado de derecho (ya les dije que no se rían, no sean así) para que las empresas (de todos tamaños, pero sobre todo las más grandes y/o hegemónicas en su mercado) no puedan abusar de su poder en perjuicio de los consumidores, clientes, medio ambiente, empleados. Porque eso NO es liberalismo. Es capitalismo de compadres, tráfico de influencias, oliogopolios privados con bendición del gobierno. A eso los verdaderos liberales nos oponemos.

Porque otro mundo es posible.