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De TOP GEAR y la entelequia de lo mexicano (7.2.2011)

by | Feb 7, 2017

Hagamos un resumen rápido de la sabiduría común: Los “ingleses” dijeron cosas muy feas de los “mexicanos”. A partir de ese supuesto, algunos connacionales pasaron desde la abierta petición de censura y disculpa pública hasta quienes dijeron que en última instancia, varios de los adjetivos sí reflejaban parte de la realidad. Mucha gente se quejó de los estereotipos para acto seguido regresarle a los ingleses comentarios muy similares. Pocas personas repararon en el hecho de que la enorme mayoría de los mexicanos terminaron enterándose de la existencia de un carro diseñado y hecho en nuestro país gracias a un programa de televisión pública inglesa (de los miles de millones de pesos que se gastaron en los festejos del Bicentenario, algo de promoción al respecto no hubiera estorbado).
 
Y desgraciadamente el ataque de chauvinismo que desató el programa se encaminó más en revanchas de adolescente (“la tuya en vinagre”) o en autocrítica generalizante (“algo de razón tienen”) que en seriamente evaluar la conveniencia de comprar un carro mexicano, que personalmente creo que es la mejor manera de enfocar la situación.
 
Pero vamos un paso más atrás: Creo que la mayor parte de la gente está partiendo de dos premisas falsas, ambas referidas a conceptos que intuitivamente tenemos pero que no encuentran sustento en la realidad:
 
1. “Los ingleses dijeron”: Los ingleses no dijeron nada. Dos conductores de televisión que ocurre que son ingleses, junto con otro que ocurre que es escocés, con la venia de un productor australiano, hicieron chistes que estereotipaban a los mexicanos. Los comentarios no vinieron de todos los ingleses, ni de la mayor parte de ellos. No fueron hechos por el Primer Ministro ni por la Reina. La cadena BBC no suscribió los comentarios. Al final, tres conductores utilizaron su humor con respecto a un tema, en uso de su libertad de expresión.
 
2. Más importante aún: El término “los mexicanos” como tal es una entelequia. ¿Hay mexicanos flojos? Desde luego que sí. También hay otros muy activos. ¿Hay húngaros obesos? Desde luego que sí, y también los hay flacos. ¿Hay filipinos que despierten y que no les agrade saberse filipinos? Seguro. También habrá en Filipinas quien cada mañana agradezca a su dios o al destino el haber nacido con esa nacionalidad.
 
Porque la única característica que verdaderamente tenemos en común los mexicanos es que aplicamos alguno de los supuestos del Artículo 30 de la Constitución. Nacimos en territorio nacional, o nuestros padres lo hicieron, o seguimos un trámite de naturalización. Cualquier otro “sospechoso común” de ser la verdadera esencia de “lo mexicano” es falso.
Dentro del pequeño microcosmos de mis amigos en FACEBOOK, encuentro que en los últimos tres meses han participado en mi MURO (con ME GUSTA o comentarios) personas de religión católica, cristiana, testigos de Jehová, judíos y ateos. Dentro de varias de las clasificaciones anteriores ni siquiera hay homogeneidad: algunos católicos son más devotos y van a misa cada domingo, mientras que otros no podrían decir cuándo fue la última vez que se confesaron. Dentro de los cristianos, algunos nacieron con esa fe y otros eran católicos y terminaron convirtiéndose o están en proceso de. Algunos ateos se autodenominan agnósticos, otros ateos pensantes, otros ateos escépticos y por ahí tenemos un ignóstico. No es la religión (y mucho menos la Virgen de Guadalupe) un factor en común de “lo mexicano”.
 
Algunos de mis amigos nacieron en México y hoy viven fuera de nuestro territorio. Otros nacieron en otros países y por decisión propia o por trámites paternos terminaron siendo mexicanos. Ni vivir ni haber nacido en México es un factor en común.
 
Dentro de los estereotipos que en México generalmente usamos pero que ahora parece que nos dieron urticaria, a mí me ha tocado que me digan que no soy “un buen mexicano” porque no me gusta el tequila. A mi esposa sí le gusta. Pero a ella no le gusta la música de mariachi y a mí sí. La comida mexicana tiene buen prestigio internacional. Pero realmente tendríamos que estar hablando de comidas regionales, pues poco tiene que ver la cocina oaxaqueña con la duranguense. Un coctel de camarones en Veracruz es muy diferente al que podemos pedir en Sinaloa. A varios mexicanos no nos gusta la comida muy picante. Millones de personas siguen las tradiciones populares (posadas, día de muertos, día de la candelaria) pero otros millones no. Varios indígenas no hablan español, no tienen acta de nacimiento ni se saben el Himno Nacional. En lo personal, me gusta nuestra bandera pero el himno se me hace que requiere una renovadita. La letra completa se me hace de una época superada, el hecho de que haga referencia a Su Alteza Serenísima (buena jugada del autor de la letra: un presidente-dictador convoca a un concurso para el himno nacional y el señor Bocanegra le incluye una línea donde lo nombra “el guerrero inmortal de Zempoala”. No sorprendentemente, ganó el concurso) no parece reflejar adecuadamente nuestro panteón de héroes nacionales. Ser mexicano entonces no es tener una afición a cierta música, ni bebida, ni comida, ni hablar español, ni tener acta de nacimiento, ni querer a los símbolos patrios, ni saber cómo se llama el presidente. NADA. Si cumplimos los supuestos del Artículo 30 de la Constitución somos mexicanos, nos guste o no. Los que no los cumplen no lo son, aunque quieran serlo. No existen “los mexicanos”, existimos individuos de nacionalidad mexicana.
 
Entonces, comentarios como los realizados por Top Gear (no por “los ingleses”) tienen algo de razón y algo de no razón. Esos mismos adjetivos referidos a cualquier otra nacionalidad también serían atinados para unos individuos y falsos para otros. Las nombres colectivos ayudan para entender en términos generales algunos procesos históricos (es más fácil decir “la guerra entre Alemania y Francia” que detallar qué intereses, grupos y personas particulares formaron parte de una guerra en la cual un alto porcentaje de la gente de esos países ni participó ni se enteró) pero dejan de lado algo que desde el punto de vista de la ideología liberal es fundamental: existimos los INDIVIDUOS, no grupos homogéneos nacionales, étnicos o religiosos. Dentro de esa individualidad podemos ponernos el saco de lo que a cada quien nos quede, desechar lo que no y reaccionar a favor, en contra o con indiferencia a los comentarios hechos por conductores de un programa de tele.
 
Al final, el humor termina siendo una cuestión de estereotipos y de reírse de algo o de alguien. Cada uno de nosotros ponemos la línea que separa lo “chistoso” de lo “grosero”. Afortunadamente en Inglaterra y en México la libertad de expresión existe en los hechos, y las redes sociales permiten que millones de personas, como su servidor, escribamos nuestra opinión.