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Medalla Belisario Domínguez (13.11.2015)

by | Nov 18, 2017

Alberto Baillères

Imaginen que en México le dan un reconocimiento por méritos cívicos a un señor. Cuando comentan las aportaciones de ese señor a su país, mencionan, digamos:

– Una asociación llamada Fundación Mexicana para la Salud (portal.funsalud.org.mx), que hace enormes esfuerzos en pro de la salud de los mexicanos, con énfasis en la creación de políticas públicas que incidan en la mejora de la salud de la gente de menores ingresos. Esa fundación patrocina investigaciones, organiza concursos, reparte estímulos. El presidente emérito de la fundación es nada más un excoordinador de investigaciones científicas y exrector de la UNAM (o sea, no es una fundación patito).

– Otra llamada Fundación para las Letras Mexicanas (flm.mx), que entre otras cosas ha puesto en línea la Enciclopedia de la Literatura en México, en conjunto con el Fondo de Cultura Económica y la UNAM. La fundación traduce obras literarias mexicanas a otras lenguas, organiza y patrocina un Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños. La fundación da becas a escritores mexicanos jóvenes.

– Una universidad pequeña en número de alumnos, pero con resultados extraordinarios en muchos indicadores. Esa universidad llamada ITAM (itam.mx) tiene importantes acervos bibliográficos, conservando por ejemplo la importante Biblioteca Manuel Gómez Morín, que aunque está dentro de la universidad, se encuentra a disposición de cualquier persona interesada en su obra. Esa universidad constantemente genera investigación, divulga cultura, promueve la libre cátedra, y hace lo posible por llevar a cabo su lema, “generar una sociedad más libre, más justa y más próspera”. Varios maestros del ITAM forman parte del Sistema Nacional de Investigadores, su exjefe del Departamento de Derecho es hoy uno de los ministros de la SCJN más destacados, sus egresados son muy apreciados en el mercado laboral a nivel nacional e internacional, y las distinciones de sus alumnos y exalumnos hacen pensar que la universidad tiene diez veces la cantidad de estudiantes que en realidad tiene. La universidad no es barata, pero un buen porcentaje de sus alumnos cuenta con becas de diferentes tipos, con lo que muchas personas de bajos recursos pueden tener acceso a una educación que casi sin excepción les permite elevar enormemente sus ingresos, logrando la permeabilidad social que tanto necesita este país.

– Muchas otras aportaciones tal vez de menor relumbrón, estilo Mexicanos Unidos para la Prevención de Adicciones MUPAAC, que organizó decenas de eventos, material impreso, foros y conferencias, de jóvenes para jóvenes, en un tema particularmente importante.

¿Cómo ven el perfil de esa persona? ¿Será que ha hecho algunos méritos cívicos para obtener un reconocimiento?

Ese señor, como muchos de ustedes ya saben, se llama Alberto Baillères. Yo no estoy en posibilidad de decir si él era la mejor opción para recibir la Medalla Belisario Domínguez o no. Sé que méritos suficientes, desde luego que tiene.

¿Qué pero le puso la mayor parte de la prensa entonces? ¿Por qué tanta animadversión? ¿Por qué hubo quien dijo que Bailleres merecía la Medalla Victoriano Huerta? ¿Por qué los tuits maliciosos de “le dan una medalla al dueño de una petrolera privada mexicana”?

Pues porque el señor, oh pecado, ES EMPRESARIO. No nada más hay gente que considera que ser empresario es de suyo algo negativo. No. Es que además ser empresario ANULA cualquier otra cosa buena que se haga. El hecho de que el señor genere decenas de miles de empleos e invierta miles de millones de dólares en su país, para mí le agrega puntos. Pero no. Para muchos mexicanos, tal vez la mayoría, eso quita. El señor gana dinero por sus negocios, y tiene una fortuna superior a la de usted (salvo que usted sea Carlos Slim) y a la mía. Entonces, el cangrejo que muchos mexicanos llevan dentro sale a tirarle al exitoso que, dejando de lado el tema empresarial, pues resulta que sí ha hecho una labor filantrópica muy importante que raramente es mencionada en las críticas.

En los países con mayor índice de desarrollo humano, los empresarios honestos son muy bien vistos. Son un ejemplo para los demás. Generan orgullo. Los niños los quieren imitar. Entienden que la riqueza se crea con trabajo e inversión, y que si alguien es rico no es porque le fue a quitar dinero a los pobres de la sierra, entre otras cosas porque los pobres de la sierra no tienen dinero por lo que ese método sería un poco estúpido.

Pero en los países más bananeros, en parte por las comaladas de seudoempersarios sexenales que en realidad son compadres prestanombres de los políticos de turno, pero también en parte por un desconocimiento absoluto de los más elementales principios económicos (provocado intencionadamente por quienes viven de esos rencores), ser empresario se ve mal. Entonces hay menos empresarios. Entonces hay menos progreso. Así de fácil. Así de triste.

DISCLAIMER: Desde luego que mi opinión no es desinteresada. Considero que estudiar en el ITAM es de las diez mejores decisiones que he tomado en mi vida. Fui beneficiario de una beca, y después de una beca-préstamo. Hice mi servicio social en MUPAAC. No me alcanza el espacio para mencionar los motivos por los que me siento agradecido con el ITAM, y el orgullo que siento de haber egresado de ahí.