Select Page

Recuerdos Olímpicos (7.8.2012)

by | Ago 7, 2017

RECUERDOS OLÍMPICOS

Estaba con unos finísimos amigos en Acapulco. Era el verano del 92. Estábamos regresando del ATRIUM, eran alrededor de las 7 de la mañana.

Fuimos a ¿cenar? ¿desayunar? al restaurante del hotel. El nivel de alcohol en nuestra sangre era, por decir lo menos, elevado.

De repente se hizo el silencio en el restaurante. En la tele estaba un ciclista mexicano, listo para competir. Más por seguir la corriente que por genuino interés nos unimos a los espectadores.

El mexicano sube a la bici ayudado por su entrenador. El juez da la salida. El mexicano empieza a pedalear. Una vez, dos veces, tres veces. Tras haber avanzado cinco metros, el mexicano ridículamente se cae.

Los borrachos del restaurante (a. k. a. “nosotros”) nos doblamos de la risa. La escena era verdaderamente ridícula: un supuesto atleta de alto rendimiento no era capaz de mantenerse arriba de la bicicleta. Desde otras mesas se oían mensajes de asombro, pena. De la nuestra sólo salían estentóreas carcajadas.

Para agravar la situación, tanto el ciclista como el entrenador intentan hablar con el juez (desde luego, el otro ciclista ya estaba dando la segunda vuelta). “No sea así, deme otra oportunidad”, “no sea malito, neta que para la siguiente ya le pedalearé mejor”, “por vida suyita, ayúdenos”. El juez, que parecía ser de Chipre o de Liechtenstein, no daba señales de entender el idioma español mexicano suplicado que los nuestros le ofrecían. Con cara de pocos amigos, simplemente seguía con su banderita roja de descalificación.

Entre los camarógrafos catalanes y el director de cámaras demostraron tener un humor muy negro: repetían la toma desde todos los ángulos. El resto del restaurante le daba la razón al mexicano: si viajó tan lejos, deben darle otra oportunidad. Los de nuestra mesa no podíamos hablar: estábamos literalmente llorando de la risa.

Los de Jamaica hablarán de Usaín Bolt. Los gringos pueden presumir a muchos. Todos los hombres heterosexuales hablaremos de Yelena. Sí hay atletas mexicanos (como Raúl González y las dos medallas en 1984) que me han emocionado con sus triunfos. Pero sin duda, el momento olímpico que más recordaré siempre es ese ridículo ciclista mexicano que recorrió diez mil kilómetros para no poder mantener el equilibrio en una bicicleta, mientras yo ¿desayunaba? ¿cenaba? ese lejano verano de 1992.