De Transparencia y Desarrollo Humano
En medio de la vorágine informativa de los últimos meses, surgió un nuevo informe cuyos resultados fueron en mi opinión minimizados por la prensa.
Me refiero al reporte de Transparencia Internacional que pone a México en un muy vergonzoso lugar 103 en la clasificación de países menos corruptos. Una realidad que desde luego no gusta pero que sería muy infantil negar.
Creo que la noticia fue considerada como “una raya más al tigre” de la mezcla de un muy mal gobierno (en todos los niveles, de todos los partidos) con una población que ha hecho lo necesario para merecerlos. Sin embargo, creo que el asunto va mucho más allá. Lo que ese estudio nos presenta no es otro efecto más, sino la causa de los problemas.
Mucha gente sigue sin ver la conexión entre reducción de la pobreza y estado de derecho. Como muestra tuvimos en Chiapas el caso de un muy conocido delincuente que fue liberado porque sus familiares fueron haciendo protestas cada vez más subidas de tono, hasta terminar con uno de ellos incendiándose. No creo que como humanos debamos insensibilizarnos ante esos hechos. Pero sí que “liberemos al pariente para que ya no se queme más gente” no es una respuesta inteligente del gobierno del estado de Chiapas, una respuesta que no nos extraña a los que ahí nos criamos y que en mi opinión explica perfectamente por qué ese pobre estado (ya por favor dejen de decir que es un estado rico) suele ocupar los primeros lugares en marginación. Para mi escándalo, mucha gente justificó el chantaje.
La conexión entre falta de estado de derecho y corrupción por un lado, y pobreza por el otro, es en mi opinión bastente clara. La lista de países menos corruptos y la lista de países con más desarrollo humano se parecen muchísimo. Lo mismo aplica en el otro extremo.
Los países con más alto desarrollo humano han adoptado de manera muy clara, aunque con diferentes matices, reformas que en general podríamos calificar como “liberales”. Les ha quedado muy claro que es la iniciativa privada la que genera riqueza, y que la educación es clave para incrementar la competitividad. Han dejado atrás debates en los que en México seguimos enfrascados, en donde por ignorancia se ve a empresarios en su conjunto como ladrones que le quitan dinero al pueblo bueno y les conviene tenerlo oprimido.
Esa opinión no resiste ningún análisis: ¿qué beneficio le representa a Carlos Slim que haya millones de indígenas pobres? Más bien es al contrario: lo que a él (y a los demás empresarios) les conviene es más gente con más poder adquisitivo. Desgraciadamente en México tenemos una cultura de “capitalismo de compadres”, perfectamente ejemplificada con los vínculos entre Grupo HIGA y EPN, en donde todos los valores liberales (dentro de los que destaca el respeto por el estado de derecho como condición necesaria) quedan sustituidos por ver quién tiene los contactos adecuados.
México no abatirá de manera importante la pobreza sin tener un alto crecimiento económico. No es relevante cuánto dinero siga desperdiciando el gobierno con programas voluntaristas plagados de corrupción, esquemas como el de los ejidos son y serán un desastre aunque nos hayamos empeñado en subsidiar a los bisabuelos, abuelos y padres de los actuales ejidatarios, a los que seguimos subsidiando. Pero 80 años después no nos queda claro. El crecimiento lo dará el sector privado, que para florecer necesita de un estado de derecho y gente mejor educada.
Ya no nos hagamos bolas. Todos los datos están ahí. Dejemos de considerar que “como México no hay dos” y dejemos de ignorar la experiencia internacional. Hay dos tipos de sociedades que han generado progreso sostenible para la mayoría de la población: las liberales y las de los libros de ciencia ficción. Y esas sociedades liberales necesitan de estado de derecho y educación, algo en lo que el gobierno federal mexicano está muy preocupado en decir que está trabajando pero muy poco ocupado en hacerlo realidad (¿recuerdan a los maestros a los que les han rescindido el contrato por faltar tres días consecutivos a clases? Yo tampoco).
Mientras no veamos que la casa blanca de EPN, la impunidad con la que los normalistas saquean (y llevan décadas haciéndolo, aunque muchos se enteraron de la existencia de las Normales hace dos meses) y la facilidad con la que las instituciones de procuración de justicia se dejan chantajear son parte del mismo problema de ausencia de estado de derecho, y que eso no es algo incidental sino un dique al crecimiento económico y por ende a la reducción de la pobreza, seguiremos teniendo pésimas calificaciones en Transparencia, y por ende avances ridículos en Desarrollo Humano. Dejemos de sentirnos una ínsula y veamos qué hace que Suiza, Australia, Japón o Canadá. países de cuatro continentes distintos, estén con muy buenas calificaciones en ambos rubros. Las recetas son sencillas y están a la vista de todos. Desgraciadamente, sin omitir la enorme parte de culpa de la mayoría de la población, el principal responsable de poner en marcha las recetas es el gobierno federal encabezado por EPN. Me temo que esas no son buenas noticias.